“Con el teatro yo no vengo a entretener, sino a remover”
Hay lugares que se eligen y otros que te eligen a ti. En el caso de Antonio Daniel García Orellana (Sevilla, 1973), fue Lanzarote quien le tendió la mano hace 9 años. En teoría venía solo para impartir un curso de teatro en el Instituto Pancho Lasso, pero a ese le siguieron otros más y ya nunca se marchó. “Me siento querido aquí. Hay una tranquilidad que me permite crear sin el ruido de ciudad”.
En la isla empezó a trabajar con distintos grupos de teatro y creó la Escuela de Teatro Inclusivo Aspercan, pero las raíces más profundas las echó en el municipio de Haría. Allí propuso crear una Escuela Municipal de Teatro hace casi seis años y desde entonces está al frente como director.
Después, de ahí surgieron otros proyectos que fue “trayendo la marea”. Coordina el Club de Lectura de Adultos de Haría, que reúne cada mes a una veintena de personas en la biblioteca municipal, y el pasado año fundó la compañía de teatro La Tegala. Una ambiciosa aventura que surge como una prolongación natural del trabajo que viene desarrollando en Haría, pero con una apuesta más clara por la profesionalización, el rigor artístico y el compromiso con un teatro que no se conforma con entretener.
Y todo ello, combinado con la labor docente. Ha sido profesor de Lengua y Literatura, imparte cursos internos del Cabildo y dio clases de español para extranjeros. Y es que además de un Máster en Artes Escénicas y un largo recorrido que pasa por el Instituto del Teatro de Sevilla y La Sapienza de Roma, su formación incluye una Licenciatura en Filología Hispánica y un doctorado en Estudios Filológicos.
“Soy humanista; mi camino profesional ha estado siempre atravesado por el lenguaje, el arte escénico y la palabra escrita”, explica este dramaturgo, director e investigador teatral, que también incluye entre sus facetas la de escritor. Su primera novela, Pestañas fucsias, le valió el Premio Benito Pérez Armas, y también escribe poesía y sobre todo teatro, con los que ha cosechado otros reconocimientos por toda España. “Los premios son un trampolín más en el camino de un escritor. Ayuda a seguir animándote a escribir”, apunta.
Ahora prepara el desembarco de La Tegala en El Almacén, donde el 10 de mayo representarán La parte que falta, con la que se estrenaron en la última edición del Festival Harionetas. Él participa como director y narrador, junto a un niño de ocho años, Jesús Alves, que da voz al protagonista; y a tres manipuladores de marionetas, Agustín Salvago, Antonella Siano y Fefa Toledo, “con una sensibilidad escénica admirable”. “Cada ensayo ha sido una explosión, una exploración compartida y una búsqueda de sentido y de belleza, y creo que eso se nota en el resultado. No es un montaje frío ni funcional, sino que está vivo, es vibrante, hecho con el corazón”. Y es que así es como entiende Antonio Daniel García Orellana el arte, en todas sus facetas.
Redacción Mass Cultura
– ¿Qué hizo que un sevillano amante de las letras y del teatro echara raíces en Lanzarote?
– La espera en Sevilla era corrosiva, encontrar trabajo era algo feo y en aquella época vine porque había una compañera en el Instituto Pancho Lasso que me invitó a impartir unos cursos sobre la presencia escénica, el mundo del clown y la construcción del personaje. Se apuntó mucha gente y tuve que impartir el curso varios años más, y fueron surgiendo otros proyectos. De eso hace nueve años y la verdad es que he disfrutado muchísimo en la isla. Cuando vine a Haría para proponer llevar la Escuela de Teatro me dieron carta blanca y me siento muy feliz con el trabajo que venimos haciendo ahí.
– Su trayectoria incluye muchos giros de guión: escritor, actor, profesor, director de teatro… ¿Con qué faceta se queda?
– Pues es que hoy en día hay que ser una ensalada de muchos oficios y no me voy a mojar por ninguno, porque al final hacen falta todos y se alimentan unos de otros. Yo me siento como un híbrido. Por un lado tengo los estudios de Filología Hispánica y por un otro máster en Artes del Espectáculo y también soy actor, hice la carrera de Arte Dramático. Entonces, por haber pisado las tablas y por haber estado fuera de ellas como filólogo, puedo fusionar. Eso me ha permitido definirme como un humanista en tiempo rápido, que eso es lo que soy. Yo creo profundamente en la cultura como elemento de transformación, en el lenguaje como raíz del pensamiento y en el teatro como un acto de belleza y de resistencia. Me defino por lo que busco: un sentido de profundidad, de coherencia, de sentido… Y me siento en un perfil multidisciplinar precisamente por eso.
– El pasado año se embarcó en una nueva aventura, con la creación de la compañía de teatro La Tegala. ¿Cómo surgió la idea y cuál es su objetivo?
– La Tegala nace como un refugio de cultura, de creatividad y de pensamiento. La idea surgió de la Escuela de Teatro de Haría, donde hay una cantera y fui conociendo gente que ha hecho teatro durante muchos años, y nos planteamos hacer un brazo más profesional. Hacer un espacio de creación con una vocación más transformadora, donde la escena sirve para pensar, para conmover, para construir comunidad. De ahí nació esto. Reivindicamos el arte escénico como una herramienta seria, poderosa y necesaria. Nuestro objetivo es claro: proteger, fortalecer y elevar el teatro isleño con ética, rigor y visión contemporánea.
– ¿Cree que faltaban espacios en la isla para canalizar esas inquietudes en esta rama del arte?
– Voy a ser taxativo con esta respuesta, porque en la isla hay talento y hay pasión, pero también hay un problema de fondo: que el teatro aficionado ha colonizado el espacio escénico insular. Y las prácticas profesionales son muchas veces ignoradas, cuando no rechazadas. Eso genera confusión y un retroceso. Acaba desformando la percepción que el público tiene del teatro, que a veces es solo entretenimiento con disfraz de cultura, y eso a la larga empobrece. Porque no todo lo que sube a un escenario es teatro. Yo creo en un teatro que sirva para algo más que para pasar el rato. La isla es un paisaje contaminado por la inercia o por el espectáculo vacío. Por eso apostamos por la autenticidad del oficio. La Tegala es un actor cultural serio, comprometido y dispuesto a aportar algo distinto.
– Pero en La Tegala también apuestan por actores amateurs, ¿no?
– Sí, es preferentemente amateur, pero la parte profesional la ponemos los directores. Una compañía amateur o aficionada puede ser mejor que una profesional, pero no siempre van a acertar porque le falta una base profesional. Nosotros no somos ni más ni menos que nadie, pero creo que hay un espacio para un teatro diferente en Lanzarote, porque el público está preparado y lo ha demostrado. Lo que falta es esa programación que no tenga miedo a arriesgar, a confrontar y a salirse del molde, hecha por actores profesionales o no.
– La compañía de teatro La Tegala se estrenó con una adaptación de la novela gráfica La parte que falta, de Shel Silverstein, que el próximo 10 de mayo llevarán a El Almacén. ¿Qué le atrajo de esta obra para el debut de la compañía?
– Que es uno de estos libros que besas cuando terminas de leerlo. Es una novela gráfica, un cómic, y yo quería hacer esta transposición al teatro porque la historia es lo que te llena de fuerza. Es tan simple y con tan poco cuenta tanto… El personaje es un círculo incompleto al que le falta una parte, e inicia una búsqueda incansable para encontrarla. Y en ese viaje descubre la importancia de aceptar a otros, de encontrar la felicidad en el camino y no solo en el destino. Es una metáfora de la vida y de las relaciones humanas. Habla de la libertad de las personas. Se va a encontrar con partes que no quieren ser de nadie o que prefieren caminar solas. Se va a encontrar con partes que si no las sujetas bien, las puedes perder. O con partes que si las agarras con demasiada fuerza, se pueden romper. Hay partes que por más que insista no van a encajar, porque son otras formas, y otras que no están dispuestas a perder su identidad.
– La obra está dirigida tanto al público adulto como al público infantil. ¿Cómo se consigue ese reto de llegar a ambos perfiles y qué respuesta esperan generar en cada uno?
– Para los niños, la obra es una puerta abierta a la empatía, al pensamiento crítico y a la percepción emocional. Además desde una estética, jugando con la música. El espectáculo es en oscuro absoluto, con hilos de neón, y se crea una magia muy especial para el mundo infantil. Aprenden que no siempre lo que falta es lo que nos define y que el camino, con todas estas preguntas, tropiezos y descubrimientos, puede ser más importante que llegar a un destino. Y para la familia es una oportunidad de compartir un momento que va más allá del entretenimiento y que van a conservar durante toda la vida. Hay una lectura para mayores, que lo van a arrastrar a sus relaciones personales. Porque este montaje no busca entretener sin más. Es una forma de decir que el teatro puede ser otra cosa. Que yo no vengo a entretener, sino a remover.
“Nos estrenamos con la adaptación de La parte que falta porque es uno de estos libros que besas cuando terminas de leerlo. La historia es lo que te llena de fuerza”
– ¿Qué supone para ustedes llevar este trabajo a un lugar tan emblemático como El Almacén?
– Se adapta muy bien a lo que estamos haciendo por el espacio. Estamos hablando de neón, de luz negra, de manipulación de objetos y narración. Es un lenguaje escénico original que no se puede hacer en cualquier parte y tampoco con mucho público. Hay otro tipo de teatro que no interesa para este espectáculo, pero el aforo de 120 personas que tiene El Almacén es ideal, para tener proximidad con las marionetas. Y la sala Buñuel mantiene esa cajita negra de oscuridad de cine, que también le aporta un montón al espectáculo.
– De momento han empezado con este teatro con marionetas, ¿pero cuáles son los próximos retos de La Tegala? ¿Veremos pronto una obra con actores o tienen intención de seguir profundizando en esta línea?
– Me apetece seguir por esta línea y quiero unirlo con alguna temática de la isla, con temas medioambientales. No puedo dar muchos datos más, pero por ahí va a aparecer una obra nueva. Y hay otro espectáculo que va a estar que es Ligazón, un auto para siluetas de Ramón María del Valle-Inclán, porque queremos ofrecer al mundo de secundaria autores que deben leer en clase. Ligazón va a ser una obra con marionetas y actores. Ya la hemos estrenado solamente para actores, pero quiero hacer ese híbrido y ese va a ser el próximo reto de La Tegala, para la campaña nueva en octubre.
– Y mientras tanto, también sigue dirigiendo la Escuela de Teatro de Haría…
– Sí, estoy muy contento con esta escuela porque es un trabajo transversal, es precioso y ha ido incrementándose todos los años. Ya tenemos incluso un grupo de infantil y hay unos diez niños apuntados, que también actúan el próximo día 26 de mayo, con una obra que es un homenaje a sus abuelos y es precioso. Y después de los mayores hay dos grupos, en total son unas 30 personas las que están en la escuela. Estamos montando ni más ni menos que “El sueño de una noche de verano”, ya que tener tanta gente permite hacerlo.
– Como profesional, ¿qué cree que aporta acudir a clases de teatro, aunque solo sea como afición?
– El teatro es un absorbente de la realidad. Todo lo que ocurre en el teatro es porque lo vemos fuera, y eso nos permite mirarlo con lupa y analizar todo lo que nos pasa a través de una improvisación, a través del análisis de una escena, a través de la construcción de un personaje… Todo eso nos permite hacer una comprensión más grande de dónde estamos, de quiénes nos rodeamos, por qué funcionamos así. Es un espacio de reflexión, en estos tiempos de velocidad, en los que vivimos rodeados de la rapidez, se convierte en un espacio para ti, para disfrutar de mí mismo, de mi relajación, de mi respiración, de mi creación, de mi relación con los demás… Hay un alma en todo esto que hace que el grupo se sienta tribu. La Tegala toma su nombre de esta palabra de origen prehispánico que representa un redil, un refugio improvisado de piedra para vigilancia y resguardo del viento. Esta esencia simbólica refleja los valores fundamentales del grupo: ser un espacio de reunión, de creación, donde el arte escénico se pueda desarrollar. Es un lugar de encuentro para la comunidad y las ideas, porque el teatro hoy en día es un refugio de la realidad.
“El teatro aficionado ha colonizado el espacio escénico insular. Las prácticas profesionales son muchas veces ignoradas, y eso acaba desformando la percepción que el público tiene del teatro”
– Por si fuera poco, también coordina el Club de Lectura de Adultos de Haría. Con tantos proyectos, ¿le queda tiempo para seguir dedicándose a la escritura?
– Sí, eso no se puede dejar. Cuando uno quiere encontrar tiempo, lo encuentra. A veces no tengo el boli delante, pero tengo la grabadora y entonces empiezo a hablar yo solo y empiezo a escribir capítulos Y por ahí sí hay una novela histórica a puntito, que gira en torno a Velázquez. Está terminada y quiero ver si encuentro editorial.