Cuando la literatura toma la palabra
La desaparición de la Feria del Libro de Arrecife dejó un hueco evidente en el calendario cultural de la isla, pero también encendió una chispa. Fue la semilla de una reacción que partió de donde muchas veces brota lo más valioso: de la iniciativa ciudadana. Así nació la Fiera del Libro de Lanzarote, impulsada la Asociación Isla Literaria, que se creó entonces con el objetivo de devolver a los libros el lugar que merecen en el mapa cultural insular.
La creación de esta asociación fue, en ese contexto, un acto de resistencia. Un gesto de quienes creen que la cultura no puede depender exclusivamente de la agenda institucional, ni puede estar relegada a lo anecdótico. En una isla donde a menudo se asocia la cultura a conciertos multitudinarios, festivales gastronómicos o actividades de ocio de rápido consumo, hubo quienes decidieron que la literatura merecía recuperar su espacio. Y lo lograron.
Tres ediciones después, la Fiera del Libro se ha consolidado como una cita imprescindible. Y no solo por la calidad de los autores invitados o la variedad de las actividades programadas, sino por haber demostrado que sí había un público esperando. Que los libros siguen importando. Que las historias, los debates y las ideas todavía nos convocan. Que cuando la literatura tiene un lugar digno desde el que hablar, la respuesta es abrumadora.
Lo más admirable es que no se trató de una recuperación nostálgica de lo que fue, sino de una reinvención. Con una feria itinerante, inclusiva, cercana y gestionada desde dentro del propio sector: los que escriben, editan, venden y leen libros. Esa transformación es también una declaración de intenciones: la cultura no es un decorado, es un tejido vivo, necesario, que requiere atención, continuidad y cuidado.
En este sentido, la Fiera del Libro es una prueba de que cuando se construye con rigor, vocación y generosidad, el público responde. Porque la cultura -y en particular la literatura- no es un adorno más del calendario festivo, sino un pilar esencial para el pensamiento crítico, el diálogo y la identidad colectiva. Y porque hay algo profundamente valioso en reunirse alrededor de las palabras, de las ideas y de los libros. En seguir defendiendo, contra viento y marea, el poder transformador de la literatura.