Félix Hormiga, una vida de “atrevimiento” para crear
“Nunca tuve un problema de si esto podía hacerlo, lo hacía todo, porque me nacía”
“Si me dices no quiero tus sueños, me secaré como un árbol sin agua”. El verso resuena en la voz de su autor, Félix Hormiga, que acaricia y repasa las páginas de “Assa” sentado en la cafetería del Bulevar de Arrecife, donde recala casi a diario. No es el único libro que ha llevado consigo esa mañana. También le acompañan otros títulos que muestra durante la entrevista, como si fueran sus vástagos, y se despide leyendo algunos fragmentos.
“Cuando me preguntan por qué escribo, siempre contesto que yo realmente no escribo; lo que pasa es que lleno la libreta. Es como un juego, pero es muy divertido”, confiesa a sus 74 años, tras haber publicado más de 35 obras de teatro, poesía, relatos cortos, crónicas y hasta literatura infantil y juvenil.
“Lo mejor es el atrevimiento, el atrevimiento de enfrentarte a algo que pueda ser útil”, afirma, sin ser capaz de decantarse por un género en concreto. “La parte que más me gusta de lo que puedo hacer es la creatividad. Yo nunca tuve un problema de si esto puedo hacerlo, yo lo hacía todo. Lo hacía porque lo vivía en mí, era algo que me nacía”.
Casi desde que tiene memoria ha escrito a diario, aunque ahora ha tenido que aparcarlo un poco, porque está embarcado en otra batalla: lucha contra un tumor y el tratamiento de quimioterapia, aunque está dando buenos resultados, a veces le impide hacerlo. Sin embargo, en cuanto puede vuelve a coger sus libretas. “Escribir para mí es importante, muy importante. Es la necesidad de construir a través de la escritura. Reconstruyes un montón de cosas y te construyes a ti mismo. Escribo porque no me queda otra, no lo puedo evitar”.
Isabel Lusarreta
“Escribir para mí es importante, muy importante. Reconstruyes un montón de cosas y te construyes a ti mismo”
Nacido en Arrecife en una familia de marineros, nada hacía presagiar que Antonio Félix Martín Hormiga fuera a dedicarse a las letras. Fue su primer trabajo, con solo 14 años, el que le descubrió el mundo literario. “Empecé a trabajar en una oficina de Guillermo Toledo, que tenía allí un armario con una colección de libros importantísimos, y me los leí todos”, recuerda. Así fue como empezó: “Cuando leía aquellos tochos de libros me divertía mucho y la verdad es que eso me enseñó a escribir”.
Sus primeros pasos los dio con el teatro, que es una de sus grandes pasiones. “Escribía y hacía teatro de una manera divertida, en el sentido libre. Teníamos un grupo y funcionaba bien”. Se refiere al grupo Regartija, del que fue autor, director, actor y fundador. Después, fue adentrándose en otros géneros, y prácticamente ninguno se le ha resistido.
Si tuviera que quedarse con uno de sus libros -el que cree que mejor le representa-, el primer nombre que se le viene a la cabeza es “El rabo del ciclón”, quizá por sus raíces de padre y hermanos marineros, que pasaban largas temporadas embarcados. “Fue el primer libro que hice para definir y hablar sobre los costeros, de los marinos que trabajaban en África. Para mí era el modo de poner en marcha un modelo de pensamiento que era suyo. Sentado alrededor de varios viejos marinos, aprendí un montón de cosas y supe que tenía que escribir un libro sobre ellos”.
“Sentado alrededor de varios viejos marinos, aprendí un montón de cosas y supe que tenía que escribir un libro sobre ellos”
La siguiente obra que cita es “La vieja a veces bebía”, un libro de cuentos cortos publicado en 2017. “La vieja era mi abuela”, explica. La recuerda sentada en la mesa de su antigua casa, armando cigarrillos y tocando un higo “mordiente” para mojarse los dedos y cerrar el papel. Fue otro homenaje a sus raíces, que están presentes en toda su obra, al igual que lo están la ironía, el sarcasmo y su peculiar sentido del humor.
En tercer lugar, aunque es el que más se repite en toda la conversación, nombra “Assa”. “Es un libro al que le tengo mucho cariño”, confiesa. Como título lleva un nombre propio: “el de una niña de 8 años que fue llevada y vendida como esclava cuando llegaron los españoles, y luego regresó a Canarias ya de mayorcita”.
Palabras pintadas
Su última obra, presentada a principios de este año, es “Una red pintada con palabras”, y el título no podría ser más descriptivo. Son palabras “para ser leídas, escuchadas o disfrutadas en lo cromático. Palabras repletas de vida, de temperamento, de desespero, de felicidad, de reflexión… Palabras impregnadas de un arcoiris de tinta. Palabras plásticas, palabras que casi podemos coger”, reza la presentación. Y es que en este libro, Félix Hormiga combina la otra faceta con la que se ha “atrevido”: la de artista plástico.
“Cuando me preguntan por qué escribo, siempre contesto que yo realmente no escribo; lleno la libreta. Es como un juego, pero es muy divertido”
“Lo escribí en el fregadero de la cocina”, recuerda con una sonrisa. “Le daba el fondo de color a las láminas y luego escribía sobre ellas con tinta blanca. Tenía que comprar unos rotuladores blancos que eran japoneses, pero que curiosamente se vendían desde China”, detalla. Y casi sorprendido, después de una carrera plagada de reconocimientos, afirma que el libro “ha funcionado muy bien”. “Es un libro pequeño que enseguida lo compró todo mundo”. Pero lo que más destaca de esta obra es que le permitió dar rienda suelta a su creatividad: “Estoy constantemente creando, no puedo detenerme”.
Dice que para él escribir “es lo normal”, porque no sabe “hacer otra cosa”, pero lo cierto es que durante toda su trayectoria profesional ha hecho mucho más. Se ha dedicado a la cultura en todas sus facetas, trabajando como técnico para distintas administraciones e impulsando también nuevos talentos, en su papel de editor.
Primero lo fue en el departamento de publicaciones del Ayuntamiento de Arrecife y después en el Cabildo. “Me daban mucha libertad”, admite. Afirma que no le resultaba difícil decidir qué libros debían publicarse y “darles cauce”; y que en su rol de editor trataba siempre de respetar al autor. Después, fue asumiendo nuevas responsabilidades, porque también era un “constructor de temas que había que resolver”.
Durante años ha sido gestor de algunos de los principales espacios culturales públicos de la isla, como la Casa de la Cultura “Agustín de la Hoz” o el Centro Insular de Cultura “El Almacén”, y todas las experiencias las recuerda con igual cariño. Incluso en 2015 se encargó de diseñar el cartel de las fiestas de San Ginés. Representó al santo sobre un mapa cartográfico, recreando el recorrido histórico que hizo esa imagen hasta llegar a Arrecife. “He querido hacer un DNI del Santo”, explicaba entonces.
Canario y arrecifeño
Orgulloso canario y arrecifeño, Félix Hormiga no habla con excesiva nostalgia del pasado insular, quizá porque ha dedicado buena parte de su obra a describir la dureza de aquellos tiempos. Lo que sí defiende con firmeza es el presente de la ciudad que lo vio nacer. “Yo creo en Arrecife. Es una cosa curiosa porque parece algo que no funciona bien y sé que hay mucha gente a la que no le gusta, pero yo quiero mucho a Arrecife. Es verdad que tiene algún problema, pero para mí es una ciudad pequeña llena de mar”.
Ya lo dejó dicho en otra de sus obras, que lleva el nombre de la capital: “Arrecife mira al mar siempre. Arrecife, compendio de sutiles y precisos escollos, se lanza hacia el mar de manera que parte de él queda preso en las faldas de sus calles. El fondo del mar de Arrecife, censado de luminosas criaturas, se renueva con el temporal. El mar de Arrecife es una llave maestra que abre las puertas de una isla y sus secretos”.
Él siempre ha vivido cerca de la costa, desde que nació en la calle Luis Morote hasta hoy, que tiene su hogar en la zona de El Reducto; y también reivindica el Charco de San Ginés: “Es un espacio marino que funciona”. Pero sobre todo, su amor por la ciudad está vinculado a “la gente” que la habita. Como los amigos que van desfilando por su mesa de la cafetería mientras él sigue respondiendo a la entrevista. Los que llegan, saludan y se sientan, como hacen cada día, aunque esa mañana su charla tenga que esperar.
“Somos como una sociedad”, afirma uno de ellos. Cada mañana se encuentran allí, comparten mesa y café y saludan a otro buen número de vecinos que desfilan por el Bulevar. Y sus saludos y sus bromas se cuelan en la entrevista, dándole un ambiente cálido, acogedor y casi festivo.
De esa relación con la isla, con sus gentes y con sus raíces han surgido la mayoría de sus libros. A los títulos que él destaca se suman muchos otros, como “El Guincho que volvió a El Puerto”, “Shitela, el minotauro”, “El príncipe Tiqqlit”, “Aquí dentro hay un cuento”, “Barquilleros y roncotes”, “Lanzarote, antes de César”, “José Ramírez y César Manrique”, “Una isla como tema”, “La noche mágica”, “Descripción de una isla oceánica y sus habitantes”, “Enigmas” o “El Tesoro de Lubary”.
Además, también ha desarrollado su actividad en prensa, colaborando con distintos periódicos y publicaciones y dirigiendo la revista El Litoral; y fue fundador del grupo editorial Litoral-Elguinaguaria.
Abierto al mundo
A la hora de hacer balance, Félix Hormiga concluye que se ha sentido valorado. De hecho, han sido muchos los reconocimientos que le han brindado a lo largo de su trayectoria. El último lo recibió el pasado mes de junio, en la misma Casa de la Cultura Agustín de la Hoz que él dirigió. Allí recibió el premio Artebirgua de Honor de las Letras, otorgado por el Ayuntamiento grancanario de Gáldar, la Biblioteca de Gáldar y la Asociación Poesía Viva de la Atlántida, en reconocimiento a su trayectoria literaria y su aportación a las letras canarias.
“Yo creo en Arrecife. Hay mucha gente a la que no le gusta, pero para mí es una ciudad pequeña llena de mar”
Fuera del archipiélago cree que es más difícil entender su trabajo, muy ligado a la historia, la cultura y las tradiciones isleñas; aunque lo cierto es que ha participado en charlas, conferencias y lecturas en otros puntos de España y también fuera de ella, y es una de las cosas que le sigue apasionando. “He leído en Madrid y en otros territorios y a la gente le gusta porque lo que decimos es raro, somos muy distintos”.
En otros países, cuando ha acudido a lecturas, los momentos más emocionantes llegaron al encontrarse con canarios que viven en el extranjero. “Por ejemplo en Alemania me reuní con un grupo de canarios y fue muy divertido”, evoca.
“Yo soy canario y lo reivindico, pero he tenido mucha relación con otros pueblos”, añade, refiriéndose sobre todo a sus viajes al continente africano. El mismo continente al que empezó a viajar su padre con solo 7 años, en su caso como marinero. “Con esa edad se tuvo que ir a trabajar a África y dormían en el fondo del barco, arrumaditos unos a otros porque no había camas”, relata, sin perder oportunidad de reivindicar y dar a conocer ese mundo de los antiguos costeros.
Sin embargo, el principal recuerdo de su infancia, lo que sí evoca con nostalgia, es la figura de su madre. “Soy muy maternista. Mi madre siempre ha sido el centro. Hay padres brutos que no tienen remedio y también hay buenos padres, pero las madres son algo muy especial”, subraya. Si hoy pudiera hablar con aquel niño que fue, tiene claro lo que le diría: “He sido feliz”.
Revista Mensual de Ocio y Cultura de Lanzarote – septiembre 2025