Macarena Nieves Cáceres
“El arte me ayuda a amainar el dolor y también a hablar desde él”
Su primera exposición, “Esclavas de María”, llevaba el nombre de su bisabuela, pero no precisamente para rendirle homenaje, sino como “acto simbólico”. Necesitaba darle sentido a algo y entender. Eso es lo que Macarena Nieves Cáceres hace a través del arte: tratar de buscar explicación al mundo que la rodea. Desde siempre, porque empezó a escribir con 12 años, con la escritura; y desde hace más de dos décadas, también como artista visual, vinculada a la performance y al pensamiento feminista.
De profesión es trabajadora social y sigue ejerciendo, pero en paralelo ha publicado 12 libros de poemas y 14 colaboraciones literarias y ha impulsado decenas de performance y exposiciones individuales y colectivas, siempre con esa mirada social que marca su obra y su conversación.
Nació en Femés en 1968 y la primera vez que dejó la isla fue para estudiar en La Laguna, a finales de los años 80. Hoy vive en Gran Canaria, pero regresa a Lanzarote cada vez que tiene oportunidad. Y aunque lamenta su deterioro – “las playas en las que jugaba de niña están transformadas por hoteles”- es consciente de que el paisaje de la isla ha marcado su trabajo artístico y su propio ser.
También su vida asoma siempre en su obra. De hecho, aquella primera exposición surgió de un descubrimiento familiar, cuando supo que su bisabuela materna sabía leer y escribir, pero a su hija le prohibió aprender. “Si mi abuela hubiese hecho lo mismo con mi madre y mi madre lo mismo conmigo, hubiésemos sido esclavas de esa mujer llamada María. Es algo que no entiendes e intentas que el arte sirva para buscar una explicación”.
En Lanzarote expone ahora “Savias. Susurros y letanías de la sangre”, que podrá verse el El Almacén hasta el 12 de julio. Ese día se clausurará la exposición coincidiendo con la presentación del libro que lleva el mismo nombre, y que forma parte de un proyecto conjunto en el que se embarcó con otra artista multidisciplinar, Rosa Mesa, abordando un tema que durante siglos ha sido tabú: la menstruación.
“Ambas somos mujeres de una generación, somos madres, tenemos el tema de la maternidad, de la sangre, del origen, de lo identitario… Rosa estaba haciendo pequeños dibujos vinculados a los procesos que vamos viviendo y me propuso que les pusiera texto y hacer algo juntas”, recuerda. La idea inicial era una publicación, pero tras casi dos años de proceso creativo, con dibujos que inspiraban poemas y poemas que inspiraban nuevos dibujos, se dieron cuenta de que también tenían material para una exposición.
Laura Zuccotti se unió a ellas con el diseño gráfico y editorial, y fue quien dio forma a la palabra savia, jugando con una uve que podría ser una be. “Captó muy bien nuestro sentido de la palabra, porque no pensábamos solo en los fluidos de la sangre y de la naturaleza, sino también de las identidades y de la sabiduría. De esos saberes fundamentales de las mujeres”.
Redacción Mass Cultura
¿Encontraron alguna resistencia -o alguien que se llevara las manos a la cabeza- cuando plantearon que iban a dedicar una exposición y un libro a un tema que parece que sigue siendo tabú?
Pues de momento no, porque yo creo que la sociedad ha cambiado bastante. Hay una frase muy bonita que rescató Rosa de una filósofa que viene a decir algo así como que la sangre de la menstruación es la única sangre que no proviene de la violencia, pero aún así es la que más asco nos da. Es algo para pensarlo, ¿no? Especialmente cuando convivimos con guerras en Europa y en otros países, y con mucha violencia en el entorno y mucha agresividad, quizá por todos los cambios tan rápidos que estamos viviendo como especie humana . Pero no, no he notado resistencia. Quizá algún recelo o gente que cuestiona que se vincule el arte con una cosa como la menstruación, que es raro; pero yo creo que el arte, como la ciencia, da cabida para abordar cualquier tema. Ahí confluyen el imaginario y también la razón y las metáforas. Todas esas cosas que nos ayudan a entender realmente el mundo, la situación que estamos viviendo y a comprender también al otro o a la otra.
“Ha habido mucho tabú con el tema de la menstruación y el arte es una herramienta magnífica para que se hable de ello”
¿Por qué era importante transgredir las normas en torno al cuerpo menstrual? ¿Qué mensaje espera que cale en el público?
Simplemente, repensarnos como cuerpo. Las mujeres menstruamos, las mujeres podemos elegir parir o no parir, y el cuerpo masculino no; y esos parámetros nos marcan. Igual que nos marca un territorio, nos marcan también los propios condicionantes de nuestro cuerpo. La lactancia, la menstruación… Ha habido mucho tabú con este tema. Hasta hace unos años, a las mujeres no nos dejaban entrar en las bodegas porque se cortaba el vino, o se decía que no podíamos hacer mayonesa cuando estábamos menstruando porque se cortaba. Y todavía, pese a tanto avance, esa mente primitiva que tiene miedo se agarra a ciertos rituales o a la mala información para intentar entender el mundo. Por eso es importante el simple hecho de que se toquen esos temas, porque todas las niñas más tarde o más temprano menstrúan, porque las mujeres menstruamos, porque dejamos de menstruar… El arte es una herramienta magnífica para lograr sacar esos temas que pueden ser tabú y que se hable de ellos. Son cambios cíclicos que se ha utilizado también para denigrar a la mujer y para decir, por ejemplo, que no teníamos alma. O para estar siempre como un ser inferior a costa de que fueran nuestros padres o nuestros maridos quienes decidieran qué es lo que teníamos o no teníamos que hacer.
¿Cree que está relacionado con el ciclo menstrual? ¿En qué medida considera que eso ha condicionado históricamente a la mujer?
Desde mi punto de vista, sin ser antropóloga ni socióloga, creo que sí que puede tener algo que ver. Pensando en el origen, sería impresionante retrotraernos a esa la primera mujer que dio a luz, ¿no? Que se abre de piernas y pare. ¿Qué pasó ahí? ¿Qué misterio hace que toda una comunidad por un lado la bendiga y por otro lado tenga temor, por ese poder que es dar vida, que es concebir? Sería la experiencia la que después fue ayudando a atacar cabos y a ver la parte primitiva de nuestra esencia como animales, pero yo creo que el tabú quizás viniera de ahí, de tenerle también miedo a ese origen.


Savias parece conectar con su trabajo anterior en torno a lo ritual, lo femenino y lo corporal. ¿Qué continuidad y qué ruptura hay respecto a proyectos anteriores?
Pues justo ahora acabo de terminar una exposición en Gran Canaria, “Cuerpo en medio”, que confluyó en el tiempo con Savias, y me cuestioné que estoy todo el rato hablando de lo mismo: del origen, de la identidad… Si me preguntas qué parte de avanzadilla hago con Savias, yo creo que me ha gustado trabajar con otra compañera. No tener tú sola la autoría y el proceso de creación. Más que el resultado en sí, el proceso de sentarte a trabajar con otra persona, con otro pensamiento, con otra compañera y confluir. Desde decidir qué título le ponemos conjuntamente, porque antes de llegar a este título pues a lo mejor barajamos otro hasta sentirnos las dos cómodas. Y contamos también con una diseñadora muy buena que es Laura Zuccotti, que trabajamos las tres muy bien, cada una en su terreno. Fue un trabajo muy lindo del que estamos muy contentas.
“Cuando doy talleres a escolares siempre digo que el feminismo no es una lucha contra los hombres, es una lucha contra un sistema que nos oprime a ambos”
Como trabajadora social, acompaña a mujeres en procesos de violencia de género. ¿Cómo influye esa experiencia en su obra?
Influye para tener los pies en la tierra, porque hay mucho dolor en ese trabajo. La violencia de género se cobra la vida de un montón de mujeres por el hecho de ser mujeres y trabajar con esos procesos es bastante duro. Entonces, ambas cosas se retroalimentan, porque el arte me ayuda a buscar metáforas para amainar ese dolor, y también a hablar desde ese dolor, pero desde la experiencia artística. Todo arte supuestamente busca cierta belleza, o algo que nos ayude un poco a entender el mundo, a comprenderlo. Y en mi caso, el arte y la vida van muy unidos en mi trabajo. Mi experiencia vital se trasluce en obras de arte y en proyectos. El primer proyecto que trabajé, por ejemplo, “Esclavas para María”, fue algo también muy vinculado a mi historia familiar. Mi abuela materna no sabía leer ni escribir y no te sorprende, porque era una señora de campo de la época que le to vivir, pero un verano descubro que su madre sí sabía. Entonces digo: “Abuela, pues si tu madre sabía, ¿qué pasó ahí? ¿Por qué no te enseñó a ti?” Y va y me cuenta que su madre se lo prohibió. Volvemos otra vez a algo que se nos escapa, que no entendemos, y tratas de que el arte sirva para buscar una explicación, o yo al menos lo hice así. Si mi abuela hubiese hecho lo mismo con mi madre y mi madre lo mismo conmigo, hubiésemos sido esclavas de esa mujer llamada María.
¿Qué explicación tiene algo así?
Lo justificaba diciendo que era para no hacerla sufrir a ella. Parece que esta bisabuela venía de una relación vinculada con algo prohibido, aunque todavía no sabemos muy bien, porque no he tirado de ese hilo, pero quizás se pueda convertir en un proyecto. Mi abuela, que tenía un novio en la guerra y echaba mano de las vecinas para que la ayudaran a escribirle cartas y su madre se lo prohibía, la razón que daba es que no quería que ella sufriera en la vida. O sea, el conocimiento como dolor o como sufrimiento. Entonces claro, yo lo primero que siento es rabia hacia esa señora, pero después convierto esa rabia, en vez de en violencia, en una obra de arte. Y ahí no solo la quiero hacer mía, sino que invito a colaborar a distintas personas que quieran desprenderse de dolores que han tenido, de vivencias duras, y conformamos esa muestra.

“El arte y la vida van muy unidos en mi trabajo. Mi experiencia vital se trasluce en obras de arte y en proyectos”
Aunque en este caso es más llamativo, en aquella época no era extraño que las propias mujeres sin estudios disuadieran de estudiar a sus hijas y nietas…
Tiene que ver con estos condicionantes de vivir en un sistema patriarcal y no querer desmarcarte de él. Cuando doy talleres, sobre todo a niños y a niñas pequeñas, siempre digo que el feminismo no habla de una guerra de sexos. No es una lucha contra los hombres, es una lucha contra un sistema que nos oprime a ambos. Porque mira que tiene que ser duro que a un niño, a un hombre, se le diga que no puede llorar. Llorar es un sentimiento humano. ¿Cómo no vamos a llorar? ¿Cómo no vamos a reír? Si soy un hombre o un niño no me puedes decir que no llore, y encima con comentarios denigrantes, como que eso es cosa de mariquitas. Ahora hemos avanzado bastante en leyes, se pueden casar personas de un mismo sexo y se puede tener un concepto de familia variado, pero yo creo que lo que subyace para que esas mujeres tomaran aquellas decisiones terribles, no deja de ser un miedo a los cambios. Porque es muy cómodo decir: mira, las mujeres se comportan así, los niños así y ya está. Ahora tenemos leyes y lo que hay que ir es perdiendo los miedos. Una mujer puede ser lo que quiera e incluso renunciar a tener hijos.
“Trabajar con mujeres en procesos de violencia de género me influye para tener los pies en la tierra, porque hay mucho dolor en ese trabajo”
Su trabajo se mueve entre escritura, performance y fotografía. ¿Con qué disciplina se siente más cómoda y con cuál cree que logra llegar mejor al público?
Yo creo que la performance -aunque al venir del mundo de la literatura me gusta hablar de acciones poéticas más que de performance- es un ejercicio de libertad. No es lo mismo que yo vaya por una calle, por ejemplo la calle Real de Arrecife, paseando desnuda, porque va a venir la policía, a que yo tenga permiso del Ayuntamiento para hacerlo porque es una obra de arte. Es simplemente trabajar con tu propio cuerpo en un contexto supuestamente protegido que se llama arte. Es un ejercicio de libertad donde puedes desarrollar lo que quieras. De todas formas yo creo que fluctúan, porque mi obra está muy vinculada con mi vida. Otra obra que me gusta mucho tiene que ver también con una cosa familiar. En casa, en las reuniones familiares, siempre se hablaba de una anécdota de un bisabuelo que era pastor. Parece ser que un día lo mandaron a comprar incienso y al señor se le olvidó la palabra incienso y, mientras hacía el gesto del botafumeiro con la mano para adelante y para atrás, va y dice: “Sí, eso que va, que viene, que huele, que jíede”. Cuando me pregunto de dónde me viene a mí esa sensibilidad, siendo una niña de campo que no estudió Bellas Artes, pienso: “Quizás venga de este bisabuelo, que se le olvida la palabra incienso y mira todo lo que dice”. Por eso este año, para la exposición “Cuerpo en medio”, quise hacer un homenaje a ese dicho y a ese bisabuelo y lo llevé a luces de neón. La metáfora me lleva a convertirlo en pieza de arte, porque para mí eso es la humanidad. Teniendo en cuenta ahora todos los procesos migratorios, “eso que va, que viene, que huele y que jíede” somos los humanos. La condición del ser humano es la movilidad, siempre ha sido así y siempre será así. Hay gente que se está desplazando por problemas climáticos, por guerras, por hambre… ¿Cómo se va a frenar eso? El ser humano va a buscar dónde agarrarse, aunque sea una tacha ardiendo, aunque sea subirte a una patera y tratar de llegar a tierra, y esa tierra no puede ser un muro.
