El alma de la Artesanía revelada en palabras
34º Feria de Artesanía de Lanzarote
Del 8 al 15 de septiembre
Horario:
Viernes 8: de 17:00 a 22:00 h.
Sábado 9 y domingo 10: de 11:00 a 22:00 h.
Lunes 11, martes 12 y miércoles 13: de 17:00 a 22:00 h.
Jueves 14 y viernes 15: de 11:00 a 22:00 h.
Ocho días de septiembre impregnados de Arte, salpicados de jolgorio y diversión. Una quincena de talleres artesanales, música en vivo, gastronomía, juegos tradicionales, exhibiciones deportivas, degustaciones y más de ciento veinte artesanos se darán cita en la trigésima cuarta edición de la Feria de Artesanía de Lanzarote.
Este año será una de las más variadas en cuanto a disciplinas artísticas y también en cuanto a representación regional pues acudirán artesanos y artesanas de todas las Islas: 62 artesanos/as de Lanzarote, 21 de Tenerife, 14 de Gran Canaria, 3 de La Gomera y 1 por cada una de las islas de Fuerteventura, La Palma y el Hierro. Participarán igualmente ONGs y asociaciones como la Milana que colaborarán en los talleres lúdicos y formativos. Como invitado especial ha viajado hasta la isla una representación de la Fundación de Artesanías de Chile, que trabajan desde hace más de veinte años para dar visibilidad e incrementar la valoración cultural, social y económica de la variada y rica artesanía de su país.
En la Feria brillará una amplísima variedad de la artesanía canaria como: carpintería tradicional; joyería; alimentación; cerámica; vidriería; instrumentos musicales y percusión; herrería, forja y cerrajería; cuchillería; lutier; dorado; jaulas; cestería de caña, de vara, mimbre, de ristra y de palma; alfarería tradicional; torneado de madera; cerería; marroquinería y zapatería; perfumería; jabonería; puros; modelado; curtiduría; zurronería y reciclado de materiales entre otras especializaciones.
No obstante, la temática de la Feria girará en torno al ámbito del “hilado” y a todos los oficios derivados del hilo, como: el hilado de la lana, moda, tejeduría, decoración de telas, muñequería, encajes, ganchillo, macramé, rosetas, trajes tradicionales, almazuelas o calado. Un amplio abanico de ocupaciones y profesiones donde sus creadores no solo incorporan su tiempo, sino que inyectan un plus de creatividad, talento y hasta su propia alma que va encartada en cada uno de los trabajos que realizan.
Este es el caso de Santiago Ramírez Curbelo, el único hilador de lana en activo de Lanzarote, hacia quien se dirigen todas las miradas en esta Feria de Artesanía. Santiago es un hábil tejedor de sus sueños. Un día, por casualidad, descubrió la técnica del hilado, probó y le gustó. Ahora le gustaría poder dedicarse a ello, y posee la habilidad innata y virtuosa de transformar la materia inerte en algo extraordinario.
MassCultura ha compartido con él una calurosa mañana dedicada a este oficio para conocer de primera mano cuál es el proceso de esta vieja técnica ya en desuso y prácticamente extinguida en la isla de Lanzarote.
Esther G. Alonso
Santiago Ramírez Curbelo (Haría, 1994) es un hombre vernáculo, muy de su tierra, peculiar, genuino y castizo, amante de lo tradicional y polifacético. Enfermero de profesión, solista y miembro de la A.F. Malpaís de la Corona, colabora con muchas agrupaciones folclóricas de la isla, es artesano de cestería de junco, y, además, el único Artesano de “Hilado de lana” censado en la isla de Lanzarote.
Santiago, nos revela que fue hace unos diez años, a raíz de un viaje que realizó a la Feria de la Lana de Gáldar, junto a la A.F. Folclórica Guagime, cuando, paseando por la Feria, descubrió y se interesó por unas señoras que ejecutaban en vivo parte del proceso del “hilado de lana”. Una “escarmenaba”, la otra “hilaba” y la tercera “tejía”. A él le llamó la atención y sintió mucha curiosidad preguntándoles amablemente que, si podrían enseñarle el proceso completo y coger la técnica de este oficio y ellas, regocijadas, accedieron con gusto.
Artesanía desvelada entre manos y pasiones forjadas
Santiago nos confiesa que siempre había sentido curiosidad por la tejeduría, ya que “no podía entender cómo se podían sacar unas polainas de esos pelos jediondos”. A partir de entonces, preguntando en su familia, supo que, antes de que él naciera, varias mujeres de Órzola se dedicaban a ello, incluso su tía Paca, a la que él no llegó a conocer, realizaba labores de hilado.
Y es que, en la antigüedad, ante la falta de recursos, una parte de la población, en su mayoría mujeres del sector rural, vinculadas en muchas ocasiones al pastoreo, se dedicaban en sus ratos libres, al hilado de la lana de ovejas y/o de camellos.
El hilado se consideraba una actividad doméstica. La transmisión de los conocimientos, generalmente, se producía por vía materna, las madres o abuelas enseñaban a la generación siguiente. Su dedicación era parcial y regular, cuando su quehacer diario concluía.
Aunque solía ser un oficio individual pues se podía hilar en cualquier rincón de la casa, sentada, de pie e incluso hasta a lomos de un burro, era frecuente que varias mujeres se reunieran para hilar. La producción se centraba en ropa de abrigo, vinculada con la vestimenta tradicional; polainas, chalecos, calcetines, mantas y también bolsos y/o alforjas.
También se les daba color gracias a diferentes tintes naturales como la cáscara de almendra para conseguir un amarillo dorado, la cochinilla que ofrecía un color rojo escarlata o la orchilla y el añil.
Sería ya a partir de los años ochenta del siglo XX cuando se comienza a impulsar las ferias de artesanía y rescatan a las hilanderas para hacer demostraciones de su oficio siendo una buena manera de darse a conocer y vender directamente su producción, aunque también se realizaba por encargo.
“No podía entender cómo se podían sacar unas polainas de esos pelos jediondos”
En el caso de Santiago, resulta curioso que con veintiocho años se haya interesado por esta actividad. No cree que pueda ser un oficio del que pueda lucrarse para vivir, pero dado que “le gusta y le entretiene”, en estos momentos se replantea poderse dedicar con más asiduidad a este oficio, bien ejerciéndolo y/o formando a nuevas personas. No consigue entender cómo se abandonan las raíces, costumbres y nuestra cultura más popular.
La lana la consigue de sus tíos que tienen ovejas, (él también tiene una), también se desplaza cada año hasta el pueblo de Uga en busca de lana de camello, antes del comienzo del calor, sobre el mes de mayo, aunque en los últimos años se ha ido adelantando debido a los episodios de calor.
Él ayuda a los ganaderos en el esquilado de las ovejas y se la permutan sin coste. De otra manera, y aunque resulte paradójico, no se entiende que una materia prima tan preciada en la antigüedad, acabe ahora en la basura al no existir ninguna empresa que se haga cargo de este material.
Nos relata Santiago que sus primeros pinitos como hilador los hizo con algodón de farmacia, aunque también ha trabajado con lana de camello “que es más difícil porque el pelo nace muy junto, está más pegado y es más corto” y también le han pedido hacer una cartera con pelo de perro, de un lebrel afgano.
El proceso
Así pues, el primer paso del proceso para un artesano de lana sería la obtención de la materia prima a través del esquilado del animal. Posteriormente se intenta clasificar “separando la de color blanco de la de color negro o marrón, aunque la mayoría de las ovejas de aquí son berrendas y están mezcladas, que también tienen su encanto”.
A continuación, se procede a su lavado varias veces hasta que el agua salga clara y limpia. Santiago la deja en remojo varios minutos en agua caliente para que se desprenda bien la tierra y la suciedad que ha ido acumulando el animal, eliminándose así también los restos e impurezas. Este primer lavado se hace sin apretar la lana para evitar que se enrede. En este paso percibimos ese olor fuerte y tan característico del animal, que no desaparece hasta que se lave un par de veces la lana.

Comenta Santiago que “es importante que la temperatura del agua sea la misma en los diferentes lavados ya que el cambio brusco de temperatura no le va bien a la lana porque sufre, y se pone bronca”. Aclara “que no conviene tampoco lavarla demasiado para que no pierda la lanolina, que es esa grasilla que tiene el pelo que hace que luego, al hilar la lana, se una mejor”, por eso lo hace también siempre solo con agua y sin jabón.
Nos explica que “la lana en Lanzarote está muy sucia y por eso aquí conlleva más lavadas para que quede bien limpia. De hecho, en otras islas se le dan menos lavadas”.

Luego la deja escurriendo en unos coladeros para que se seque al sol. Posteriormente la lleva hasta la marea para lavarla bien allí. Nos explica que “este paso no es indispensable pero que el agua salada de la mar la protege y evita que la polilla se la coma”. De esta forma la lana ya lavada y limpia se conserva mucho mejor.
Después la extiende al sol sobre unas espalderas de madera que tiene en el suelo para que se termine bien el secado y concluye así el proceso de lavado y secado.
El siguiente paso sería el del “escarmenado”, que viene siendo algo así como desmenuzar los mechones y consiste en ir abriendo la fibra con los dedos, formando copitos y esponjándolos con las manos, aprovechando para quitarle cualquier impureza que pudiera haberle quedado. Este paso es previo al “cardado”.

Nos cuenta que “se podría hilar sin cardar”, de hecho, a él le han contado que antiguamente, en Lanzarote no se cardaba, sino que se pasaba directamente del escarmenado al hilado, pero él, aunque sea más trabajoso, prefiere cardar la lana porque después es más fácil para hilar y el hilo queda bastante mejor.
El cardado lo realiza con unas palas de madera cubiertas de púas metálicas, denominadas “cardas”. Se coloca una cantidad apropiada de lana (unos copos o mechones) en medio de las dos cardas y se procede a frotarlos y al mismo tiempo que se tira de los mangos en sentido opuesto uno del otro, cepillándose entre sí, con el fin de dejar la lana lo más esponjosa posible. El objetivo es ordenar toda la fibra en la misma dirección, él le suele realizar esta operación varias veces para facilitar el hilado, unas cinco cardadas a cada copo aproximadamente.
“Es que yo, donde quiera que voy, voy con la rueca y el huso”
El último paso del proceso consistiría en entreverar la lana ya cardada en la abertura de la parte superior de una vara de caña, denominada “rueca”, para proceder al “torcido” y el “hilado”.
El hilado consistiría en ir sacando la lana de la rueca y torciéndola entre los dedos alrededor del “huso” para convertirlas en hebras. Dependiendo del tipo de tejido que se quiera realizar se dejará el hilo más fino o grueso.
El huso que él maneja es pequeño y tiene la forma tradicional de aquí, fue elaborado con raíz de moral y es copiado de uno antiguo. Se lo hizo Néstor Alonso, de Guatiza. Nos comenta que hay husos de diferentes formas. El suyo es muy pequeño si lo compara con otros que ha visto en las islas más occidentales que son de bastante tamaño y mucho más pesados. Nos dice que para salir del paso se podría hacer uno fácilmente “con unos palillos chinos y el tirador de una puerta”.
La técnica del trabajo es bastante sencilla, lo importante es la práctica, tener paciencia en todo el proceso y hacerlo con gusto. En su caso, Santiago lo realiza diligente, con cuidado y esmero.
Ya solo quedaría el enmadejado, que consistiría en formar las madejas con los hilos de la lana y a tejer, que este sería otro proceso, que dejaremos para otra ocasión.
Santiago Ramírez estará presente en la Feria de Artesanía de Lanzarote 2023 donde impartirá un taller de iniciación al hilado artesanal, así como demostraciones en vivo de hilado de lana y cestería de junco. No olviden inscribirse y disfruten del verdadero encanto de lo hecho a mano.