Cuatro décadas entre tradición y turismo
Hay lugares que, sin proponérselo, terminan contando mucho más de lo que aparentan, y el Mercadillo de Teguise es uno de ellos. No solo por su tamaño, ni por el número de visitantes que arrastra cada domingo, sino porque en sus 40 años de vida ha ido dejando una huella en la historia reciente de Lanzarote. Y es que este Mercadillo no es un símbolo estático, sino un espacio que ha ido evolucionando -y a veces tensionándose- con el devenir de la isla; convirtiéndose en un reflejo de su propia transformación.
El mercadillo nació como una apuesta por dotar a La Villa de un nuevo dinamismo. Corría el año 1985, y en sus inicios se mezclaban agricultores, ganaderos, vendedores ambulantes y artesanos. El turismo era aún compatible con lo local, con lo manual, con lo pequeño. César Manrique y Pepe Dámaso se paseaban entre los puestos, y lo que ocurría los domingos en Teguise tenía algo de fiesta comunitaria. Ese origen es importante, porque explica por qué el mercadillo no fue, como tantos otros, una simple estrategia comercial, sino un lugar con arraigo.
Cuarenta años después, las cifras marean: más de 10.000 visitantes cada domingo, que pueden llegar a 14.000 en temporada alta. Y, con ellas, una transformación profunda. Ya no predominan los productos del campo, ni los vendedores llegados de La Graciosa. Ni siquiera los vecinos como clientes habituales. El mercadillo es hoy un atractivo turístico, atravesado por los mismos dilemas que afectan a buena parte de la sociedad canaria.
Sin embargo, sí continúa siendo un valioso escaparate para los artesanos de la isla, que siguen apostando por el valor y la calidad de lo hecho a mano, y que conviven con un mar de productos hechos en serie e importados de otros países.
Desde su nacimiento, el mercadillo ha sido muchas cosas: un dinamizador económico, un generador de empleo y un escaparate para el turismo; pero también ha sido -y puede seguir siendo- un espacio cultural si se apuesta de verdad por poner en valor a quienes crean, a quienes trabajan con identidad y a quienes defienden una idea de artesanía que va más allá del souvenir.