La diversidad sonora que merece Lanzarote
En la última década, Lanzarote ha visto cómo la música clásica, un género que antes parecía lejano, ha ido ganando espacio y público. El camino lo abrió la Orquesta Clásica de Lanzarote, y a ella se han ido sumando otras iniciativas, como la Fundación Nino Díaz, demostrando que con constancia y propuestas de calidad, la isla puede disfrutar de conciertos que llenan salas y espacios al aire libre, despiertan curiosidad y generan un interés real por aprender y emocionarse con este género.
Mientras tanto, en la misma isla que ha aprendido a emocionarse con la música clásica, surgen bandas de rock, pop y estilos híbridos que buscan expresar su personalidad y conectar con la gente. Grupos como Drûpe muestran que lo local y lo internacional pueden convivir, que los distintos géneros se enriquecen al dialogar entre sí y que la diversidad musical es uno de los mayores activos de la isla.
El reto para Lanzarote es que esta diversidad siga creciendo y consolidándose. Mientras algunos conciertos se mueven por cachés millonarios y grandes producciones, los proyectos de música clásica y los artistas locales sostienen la oferta cultural con recursos mucho más modestos, apostando por calidad, compromiso y cercanía con el público.
Para que la música siga teniendo fuerza en la isla, hace falta respaldo real: invertir en lo local y sobre todo crear más espacios, especialmente para la música clásica. Infraestructuras como un auditorio, que lleva décadas anunciándose pero sigue sin hacerse realidad, permitirían a este género desarrollarse con continuidad y llegar a un público más amplio.
Lanzarote ha demostrado tener curiosidad, talento y pasión. Ahora es momento de asegurarse de que la música -clásica, contemporánea o emergente- tenga un lugar permanente donde pueda seguir emocionando, inspirando y conectando generaciones. Solo así la isla seguirá sonando con fuerza, en toda su diversidad.