Comisario de la exposición por el 50 aniversario de “Lanzarote. Arquitectura inédita”
“¿Algún otro libro de un artista ha repercutido tanto en la vida y el territorio de una comunidad?”
“Paisaje y arquitectura pueden ser una sola cosa cuando está integrada y adaptada perfectamente a la tierra”. Esta frase, extraída del libro “Lanzarote. Arquitectura inédita”, puede leerse en una de las paredes de la exposición que ha puesto en marcha la Fundación César Manrique, como parte de los actos que llevará a cabo para conmemorar el 50 aniversario de esta emblemática obra.
Más de 500 personas acudieron a la inauguración el pasado 21 de noviembre, desbordando las expectativas y dejando patente el interés y cariño que sigue despertando la obra de Manrique, incluso medio siglo después de la publicación de este libro. Y es que “Lanzarote. Arquitectura inédita” no solo documentó de manera exhaustiva la arquitectura popular de la isla, sino que se convirtió en un manifiesto en defensa de la identidad lanzaroteña. En palabras del director de la FCM y comisario de la exposición, Fernando Gómez Aguilera, es “una obra que sobrepasa el ámbito de la arquitectura para situarse como un ejercicio de resistencia cultural y de conexión emocional con el paisaje y la memoria colectiva”.
La exposición incluye 111 reproducciones fotográficas de la publicación y tres recreaciones de elementos arquitectónicos simbólicos de la isla -un palomar, un horno y la pared de una casa antigua-, además de fotografías inéditas y dibujos originales de César Manrique, fragmentos de textos del libro y distintos documentos, que van desde artículos de periódicos hasta cartas personales y objetos vinculados a su gestación.
Junto a la exposición, que podrá visitarse en el Taro de Tahíche hasta el 1 de septiembre de 2025, la FCM ha puesto en marcha otras iniciativas asociadas a esta efeméride, como la reimpresión del libro “Lanzarote. Arquitectura inédita”, con una nueva edición que es fiel a la primera publicada en 1974, pero con una presentación especial de aniversario, que incluye una caja y una faja con un dibujo de Manrique.
Además, llevará a cabo una campaña pedagógica que tiene por objetivo la difusión del mensaje central de la publicación entre los escolares de la isla, y organizará también una mesa redonda sobre arquitectura vernácula. Pero el pistoletazo de salida a todos estos actos se dio con la inauguración de una muestra que, en palabras de Gómez Aguilera, “más allá de una exposición, es una invitación a reflexionar sobre el pasado y el futuro de Lanzarote”.
Redacción Mass Cultura
Decía en la presentación de la exposición que este libro es “sin duda, el proyecto más interesante y más importante” de César Manrique. Con todo lo que hizo César como artista y con todo lo que significó para Lanzarote, desde luego la frase consigue captar la atención. Conociendo como conoce usted todo su trabajo, ¿dudó mucho antes de hacer esa afirmación?
Desde luego, refleja un juicio de valor, pero la propia opinión de César al final de sus días no estaba muy alejada de esta afirmación. Era muy consciente del alcance de esta obra, que no debe confundirse con un libro de fotografías sobre arquitectura popular. Lo desborda ampliamente. Encarna, por el contrario, la pieza central de un proyecto conceptual innovador sobre el paisaje y el territorio insular, relacionado con prácticas artísticas expandidas que se anticipan de algún modo al arte actual. Así se anuncia en la “Motivación” con la que Manrique abre el libro. Ese proyecto conceptual innovador está basado en un giro visual de naturaleza estética a la hora de interpretar el paisaje de la isla. ¿En qué se fundamenta? En una nueva dimensión que integra arte, naturaleza, cultura territorial y arquitectura patrimonial, entendiendo la isla como “panorámica general”, es decir, como hecho sistémico.
Manrique encuadra su libro testimonial de 1974 -concebido y comenzado a producirse en 1967- en un marco amplio de acciones de revalorización del paisaje de Lanzarote, de puesta en evidencia de su valor, cuyas directrices comienza a marcar, más decididamente, tras su regreso de Nueva York.

¿Cómo materializó esas acciones de revalorización del paisaje de Lanzarote?
A través de varios procedimientos como, por ejemplo, las obras ambientales de los Centros de Arte, Cultura y Turismo, su activismo crítico en prensa, la influencia en las Administraciones, la labor de mentalización ciudadana y política que desarrolló en la década de los sesenta y setenta, su ecologismo… Pero también mediante la agitación cultural y formativa que desarrolló a través de El Almacén, el MIAC o su propio Estudio y con el impulso de normativas como el Reglamento de Defensa del Paisaje y la Arquitectura Popular elaborado por el Cabildo en 1967, la adopción del color blanco, la eliminación de vallas publicitarias y la redacción del pionero Plan Insular encargado en 1969 redactado por Eduardo Cáceres y su equipo, cuyas Normas Subsidiarias se aprobaron en 1970 recogiendo el espíritu del Reglamento del Paisaje. Lanzarote. Arquitectura inédita canaliza, probablemente, la práctica más relevante de la estética social y relacional de César Manrique. ¿Conocemos algún otro libro de un artista que haya repercutido tanto en la vida práctica y el territorio de una comunidad? Su influencia en la cultura material y simbólica de Lanzarote, en los paisajes, arquitectura y normativas relacionadas, se extiende hasta nuestros días.
“Manrique era consciente de que en el éxito estaba alojada la semilla del fracaso, por eso arropó la transformación de la isla con escudos protectores”
Apuntaba también un dato interesante, y es que fue visitando una exposición en Nueva York cuando Manrique se inspiró para embarcarse en este proyecto. ¿Cómo fue?
En efecto. César se instaló en Nueva York a finales de 1964. En noviembre de ese año se inauguró en el MoMA la célebre exposición de Bernard Rudofsky “Arquitectura sin arquitectos”. Manrique la visitó y, para su sorpresa y satisfacción, se encontró con una fotografía del paisaje de La Geria incluida en la muestra. Pronto escribió a Guillermo Topham para comunicárselo y difundirlo en Antena. Este hecho le reafirmó en su temprano interés estético y cultural por la arquitectura de la isla y la reivindicación de sus paisajes, cuando apenas nadie reparaba en esto. Consideraba que encerraban un gran patrimonio visual que podría cambiar el destino insular convertido en un recurso turístico. Lo venía sosteniendo desde finales de la década de los cincuenta en un doble sentido: por un lado, subrayando su valor, invisible por entonces, y, por otro, defendiéndolo de mistificaciones y de su destrucción. Por ello, lo propuso como paradigma de paisaje. Apostaba por el arraigo y la singularidad, frente a la estandarización internacional del Movimiento Moderno y de la arquitectura vulgar, que le aterraban. Y así ha sido hasta hoy, con un balance de logros desiguales en la puesta en práctica a lo largo de medio siglo.

Usted describe el libro como un “escudo” contra el deterioro de la isla. ¿Hasta qué punto ese “escudo” ha sido efectivo a lo largo de estos 50 años? ¿Qué queda de aquella “arquitectura inédita” que Manrique reflejaba en esta obra?
El libro de César Manrique nació con varios propósitos. En primer lugar, desde una perspectiva propositiva, quiso constituir un inventario, un catálogo o una fuente documental de la arquitectura espontánea local, que fomentara el respeto a lo que consideraba lo más íntimo de este pueblo y ofreciera, sobre todo, un repertorio de tipologías, recursos, formas y elementos arquitectónicos propios de Lanzarote, con el fin de que sirvieran de fundamento a un orden general de estilo, de armonía estética, en definitiva, de una línea de conducta, ofreciendo una guía futura en la perspectiva de crecimiento de la isla.
Para Manrique, la arquitectura local constituía una fuente de “gran verdad” por su adecuación al territorio, al clima, a la vida de las gentes y al paisaje. La contraponía a los estereotipos internacionales.
Mediante esta acción editorial pretendía revalorizar el patrimonio arquitectónico, ofrecerlo como modelo, salvar lo que quedaba del binomio paisaje-arquitectura y evitar, en sus palabras, su “posible exterminio”, “el suicidio colectivo”. Por consiguiente, la publicación nació con una misión de proteger, de “comenzar a luchar” para defender el paisaje y, algo que se subrayaba mucho, crear una conciencia insular sobre estos valores.
Sin olvidar la carga implícita de denuncia que asumía el libro contra las perversiones del paisaje que ya se advertían por entonces y que el artista reprobaba en la prensa de la década de los sesenta, aludiendo a “vulgares y horrendas casas”, a “construcciones anárquicas sin el menor sentido estético”, que además de ser impersonales y estandarizadas, eran, en su opinión, chabacanas y muy malas, mientras hacía referencia a una torpe y urgente especulación, dicho con sus palabras.
Manrique defendía la arquitectura tradicional de Lanzarote por todo lo que representaba de la identidad de la isla. ¿De qué manera se manifiesta esta conexión entre la arquitectura, el entorno y la identidad en las obras que Manrique recopiló en el libro?
Como digo, la idea de singularidad arraigada en la naturaleza territorial, geográfica y humana de Lanzarote fue determinante. Sobre esa convicción, Manrique procuró enfocar el proyecto de reconversión económica moderna de la isla. Propuso una alternativa de continuidad que no fuera una mera traducción del pasado, sino una adaptación contemporánea basada en la estética y el confort moderno, que llevaba también asociada la reivindicación de los oficios artesanales de la construcción y acentuara el vínculo con el entorno. La tradición no es incompatible con la innovación, pero negar la tradición puede conducir al desarraigo. La reinterpretación contemporánea de la arquitectura popular, a partir de los modelos que ofrecía en su libro, no debía ajustarse a una mera transcripción, sino a generar nuevos eslabones que se relacionaran con el pasado sin renunciar a renovarlo. Como ejemplo de sus ideas, frente a las críticas de la época, destacaba su propia casa Taro de Tahíche, una oda al paisaje volcánico.
¿Qué emociones o reflexiones espera que los asistentes experimenten al recorrer la exposición? ¿Cómo se buscó que la narrativa del espacio refuerce el mensaje de la obra?
Puede recibirse como una invitación a la reflexión desde la conexión emocional y la conciencia activa de la pérdida y el error, en estos tiempos de masificación desenfrenada, de feroz homogenización y banalización, de hipertrofia retórica y fuegos de artificio. Vivimos una época que recoge los excesos endemoniados de haber distorsionado, desde hace mucho tiempo, los puntos de referencia, lo que nos ha conducido a tomar el camino equivocado. Pero la exposición, a través del relato escenográfico y los contrastes, fomenta también la admiración por el patrimonio arquitectónico del lugar y sus paisajes anónimos, un tributo al sacrificio, la austeridad, la pureza y la sencillez de una forma de existencia fundida con un entorno tan bello como adverso. Se rinde tributo a una cultura originaria desaparecida.
Si algo tenía Manrique es que fue un adelantado a su tiempo, con capacidad para vislumbrar el futuro. ¿Qué aspectos de Lanzarote. Arquitectura inédita cree que han cobrado mayor significado con el paso del tiempo?
En 1965 ya advertía, en el Eco de Canarias, que sentía miedo ante la avalancha que se avecina en Lanzarote y tres años más tarde insistía en una carta a Manolo Millares sobre su temor a que el éxito de Lanzarote trajera una “marabunta”. Manrique está instalado en una permanente paradoja.
Era consciente de que en el éxito estaba alojada la semilla del fracaso, por eso arropó la transformación de la isla con escudos protectores basados en los límites, el respeto al medio ambiente y la identidad territorial, la aproximación crítica al poder político y económico mediante la censura pública, el rechazo a la especulación y los malos gobiernos o la permanente apelación a la formación de una “auténtica conciencia insular”, socializando el proyecto.
Reclamaba una “programación inteligente”, una planificación alejada de excesos y apoyada en la excelencia. A mi juicio, la mirada retrospectiva desde la actualidad acentúa el sentimiento de pérdida y de profundización en el error.
También, de malestar por el capital conceptual y estratégico propio de la concepción inicial del modelo que se ha malversado, tan apropiado, por otra parte, para el actual contexto de crisis climática y masificación del destino.
“La tradición no es incompatible con la innovación, pero negar la tradición puede conducir al desarraigo”
Con motivo de este 50 aniversario del libro también van a llevar a cabo otros actos desde la FCM, incluyendo acciones pedagógicas para transmitir el mensaje a los escolares.
¿Cómo suelen acoger los niños, niñas y jóvenes estas iniciativas? ¿Cree que el mensaje, ese “grito desgarrador y apasionado” de César, cala en las nuevas generaciones?
La actividad de nuestro Departamento Pedagógico es intensa y amplia cada año. Los escolares son receptivos a la obra de Manrique, pero, por desgracia, el desarraigo es un síntoma general de nuestros tiempos digitalizados y complejos.
No obstante, como ha podido comprobarse en las últimas grandes manifestaciones contra la masificación turística, Manrique es un referente fuerte en la conciencia de los jóvenes sensibles a los desafíos ecosociales que afrontamos.
Guía de Ocio y Cultura de Lanzarote | Diciembre 2024 y Enero 2025
