Mary Sánchez no necesita presentación. Una de las más célebres damas de la canción popular de Canarias, vuelve para decir adiós. Con su espectáculo “Gracias por nacer canaria”, recorre toda una vida dedicada a la difusión del folclore canario.
Dice ser una persona tímida pero venció su pánico inicial a los escenarios. Admiradora de la música mejicana, inició una gira de 15 días por Latinoamérica prolongándose hasta tres años que le brindó mucho éxito pero también el duro momento de dejar una hija en Canarias.
Lleva toda una vida dedicada a cantar porque desde que era una niña comenzó a subirse a los escenarios. ¿Cuándo empezó a cantar sobre los escenarios?
Donde primero actué fue en la iglesia de San Pedro porque mi madre me llevó engañada. Había un festival donde cantaban muchos artistas. Yo tendría unos doce o trece años. Pero yo nunca me creí una gran cantante. Recuerdo que cuando yo cantaba en mi casa y la gente pasaba por la puerta y me aplaudían y mi madre me decía “mira cómo te aplaude la gente, qué bien cantas Mary”. Y yo le respondía “sí, sí, mamá… sí, todo lo que tú quieras pero no me lleves a un escenario”.
¿Por qué motivo? ¿Le daba respeto?
Yo no quería, le tenía pánico al escenario. Yo veía artistas y me ilusionaba con verlas. Pero yo no quería salir al escenario. Antes de empezar a cantar, tendría unos 7 u 8 años, mi madre cantaba folías, isas, malagueñas… y se ponía a llorar. Me ponía a su lado tocándole el brazo y le decía “no cantes mamá, no cantes”. Y ella le decía a Santiago, mi padre, “mira que tu hija no me deja cantar”. Y es que yo decía que mi madre sufría hasta que empecé a cantar y me dí cuenta que no sufría sino que le cantaba a su tierra, se emocionaba y lloraba.
Entonces, cuando yo empecé a cantar, ella quería llevarme a todos los sitios para que me oyeran. Me llevó a San Pedro engañada porque me dijo “vamos Mary que hay un festival y quiero ver a unas amigas mías que van a cantar”. Entonces fui pero ví que ella fue corriendo a hablar con el pianista, empezó a tocar una canción y recuerdo que mi madre me pegó un empujón para que saliera al escenario. Salí y hasta se me olvidó la letra pero yo no me quede callada, le inventé la letra. Cuando terminé y vi al público aplaudiéndome se me quitó todo.
¿Recuerda qué canción cantó?
Yo admiraba mucho la voz de una artista mejicana, Irma Vila. Cantaba la malagueña de ella y todas esas canciones. Pero ese día me pusieron “Como Méjico no hay dos”.
Hoy en día los jóvenes tienen sus ídolos, o cantantes a imitar, y sueñan con llegar a ser como ellos. ¿Fue Irma Vila el ejemplo a seguir de Mary Sánchez?
Ella era muy conocida, grabó muchos discos y estuvo en Madrid que fue un éxito increíble. Yo me enamoré mucho de la Malagueña, que tenía un falsete tremendo, Tata Dios, Traigo mis cuarenta y cinco… montones de canciones. Y así empecé yo, cantando canciones mejicanas.
¿Cómo conoció a Néstor Álamo?
Cuando tenía 16 años, que ya me habían puesto un representante y, que ya había cantado yo con mi marido, con el timple, me trajo al cine Royal y me dio la partitura de “Adiós Canaria querida”. Yo le decía a Maso, mi marido, que me iba para “América, Venezuela… lo siento mucho, dejo mi tierra pero tengo que irme”. Ahí fue donde Néstor Álamo me vió cantando porque un amigo le dijo que yo estaba cantando su canción. Se quedó encantado con mi voz. Fue al camerino y me dijo “Mary, no te importa que yo te haga canciones adaptadas a tu voz, unas canciones canarias”. Yo le dije que “para mí, Don Néstor –siempre le decía Don Néstor– es un honor que usted se haya fijado en mi voz”. Y quedó en ir por mi casa al domingo siguiente a enseñarme unas canciones pero llegó y yo no estaba en mi casa porque me había ido al fútbol, que a mí me gustaba una barbaridad y jugaba la U.D. Las Palmas, cuando subió a primera. Se fue enfadado. Yo le pedí perdón y viéndome él tan emocionada me dijo que no me preocupase y me enseñó sus canciones y empezamos a ensayarlas con mi marido, mi novio en aquella época. La alpispa, Tamadaba, Sombra del Nublo, Isla mía… todas esas canciones y después me hizo bastantes nuevas. Había una que se llama “Tata Mayarí” que empezó a tararearla y me gustó pero él me dijo “no, ésta no es para ti”. Yo me quedé extrañada pero después lo comprendí, porque era una canción muy picante del tiempo que estuvo él por Cuba y se quedó con todo lo de allá. Pero bueno, empezamos a preparar las canciones que él me decía y estrenamos en el Teatro Pérez Galdós repitiendo tres días. Fue un éxito tremendo, lleno absoluto. Fue algo que de verdad no olvidaré nunca porque casi al final del espectáculo me cayó una lluvia de pétalos de rosa que me llegó a las rodillas. Y entonces me viene un señor con una bandeja y me trae una mantilla canaria, que yo no sabía ni lo que era, me la puse y canté “Bendito Cristo de Telde, amparo del navegante, llévame pronto a los brazos cariñosos de mi amante”. La gente se volvió loca, pero más loca estaba yo.
Usted estaría en la gloria sintiendo ese calor del público.
Si, pero era la salida al escenario que me ponía muy nerviosa, las rodillas me temblaban y una vez dentro del escenario se me quitaba todo. Me gusta salir al escenario segura de mí misma, de lo que voy a hacer, con responsabilidad. Que en aquella época no hablaba yo nada en el escenario sino cantar. Ahora ya, a esta edad, me suelto más hablando. También es gracias a la experiencia, a todo lo que viaje, por América, porque conozco cuarenta y cinco países.
¿Llegó a imaginarse todo el éxito que le ha tocado vivir? ¿Cambiaría algo?
No, cambiar no cambiaría nada porque, de verdad, que tengo que agradecer muchísimo a mi madre que siempre estuvo conmigo. Antes de conocer a Néstor Álamo fui a Santa Cruz de Tenerife, a La Palma y ella fue conmigo. Después fui al Pérez Galdós, antes de Néstor, con Luis Araque, un gran pianista, gran músico, con una compañía que trajo él y canté mejicano. Me llevó también a Tenerife. Al volver me quería llevar a la Península y mi madre contenta para irse conmigo pero él dijo que tenía que ir yo sola y mi madre ahí se negó. Pena por una parte pero me sirvió de mucho porque conocí a Néstor Álamo después.
¿Y cómo una cantante canaria consigue, en aquel entonces, irse a cantar a Latinoamérica?
En aquella época era muy difícil salir de aquí. Cuando ya tenía los discos de Néstor Álamo me llegó un contrato de Venezuela pero no me mandaron el dinero del pasaje porque se creían que nosotros nos íbamos a quedar con el dinero. Éramos cinco personas y nos recorrimos toda la isla de Gran Canaria, fuimos al Ayuntamiento a pedir ayuda pero ahí nos dijeron que no tenían dinero para eso. Hasta que vino mi padrino de boda y él nos ayudó, que en aquel entonces eran cincuenta mil pesetas. En el barco italiano donde nos fuimos, el capitán nos oía cantar en cubierta, tanto canciones mejicanas como canarias, y nos ofreció actuar y cambiarnos a primera clase. Nosotros le dijimos que sí, que cantar cantábamos pero que nosotros estábamos bien en tercera, ya teníamos amigos ahí.
Llegamos a Venezuela y estábamos sin un céntimo porque nos habíamos gastado todo en el viaje. Pero fue tremendo. El público no nos conocía pero fuimos a la televisión, actuamos en Coney Island donde iban muchos artistas peruanos, mejicanos, chilenos… Había muchos canarios, muchos. Allí tenían que haber por lo menos quince mil personas. Nosotros íbamos con nuestros trajes canarios a actuar pero cayó un palo de agua, como dicen ellos, que los artistas se refugiaban con la orquesta pero a mi marido se le ocurrió decirme que saliera al escenario, cogiera el micro y me acercara a cantar al público, porque no tenían culpa de que estuviera lloviendo y si ellos se mojaban, pues nosotros también. Y ese gesto lo tomó tan bien el público que empezaron a aplaudir y aplaudir, y nosotros venga a cantar y mojándonos… Me puse enferma. Cuando salí, una señora que había allí, canaria, me dio un abrazo y un beso y me dio las gracias llorando por haberle llevado un trocito de su tierra. Eso me llegó al alma y, siempre lo digo, me acuerdo perfectamente de esa señora. Y todos los canarios locos. Fue un éxito tremendo.
Sí, un éxito porque si no me equivoco, se marchó por quince días y estuvo tres años. ¿Es así?
Sí, a Venezuela nos fuimos por quince días pero estuvimos allí seis meses. Después a Colombia donde estuve año y medio donde me quedé embaraza. Mi hija nació ahí. Entonces volvimos a Canarias para dejar aquí a mi hija. Eso fue muy doloroso. Nos salió otro contrato para allá, nos fuimos y recorrimos todo Latinoamérica. Fueron tres años. Y al volver… madre mía, cuando yo entro en casa, veo a la niña y le digo “¿qué hay Maria Elena?”, y se acerca a la abuela y le dice “mamá, ¿quién es esa?”. Para mí eso fue algo tan… tan grande que dije que no volvía a salir sino máximo quince días o un mes. Y así lo hice. Pero recorrí incluso Norteamérica: Nueva York, Las Vegas, Hollywood, San Francisco. Después llegué a Canarias, vino el Maestro Cisneros, de la casa de discos Columbia, y me entregó el primer disco de oro que se recibió en las islas, a mí por Islas Canarias y el Zagalejo.
Llegó incluso a estar preseleccionada para los premios Grammy. ¿Habría sido un buen reconocimiento para su trabajo?
También, pero no pudo ser. Ahora me han dado la Cruz al Mérito Civil, junto con un diploma, mandada por el Rey en reconocimiento de mi trayectoria artística. Aquí me han dado todos, todos los premios, menos el Premio Canarias que se entrega en Tenerife. Ese lo han pedido ya cinco veces y no me lo han dado. Yo me conformo con el cariño del público, de mi gente, y que vengan premios si quieren venir.
Hablábamos antes de lo difícil que era, en sus comienzos, conseguir alguna ayuda. ¿Cómo ve el panorama cultural actual y la implicación de las Instituciones?
Yo veo que hoy ayudan, sí; pero si antes era difícil ahora creo que es más difícil todavía. Yo soy una persona que ha recorrido muchísimos sitios y saben que sigo cantando pero… no contratan. No veo ese entusiasmo. Yo sé que ya llegó mi hora. Y lo sé. Pero ayuda muy poca. Ahora, por ejemplo, que llevaba tiempo sin actuar, gracias a Israel Reyes y Clapso, que me han contratado, y ya dije yo que me iba a retirar porque ya llevo 83 años cantando y quiero retirarme. Toda la vida cantando.
Si quiero mandar un mensaje, pero sin crítica ni nada porque sería incapaz de meterme en la vida de nadie. Es un consejo que les doy y no me lo tomen a mal. A mí me gustaría que esta juventud de hoy, cuando salgan a un escenario, que canten con el alma, con el corazón. No es solamente la voz. Porque yo veo las voces preciosas, hay voces maravillosas en Canarias, pero a mí no me llegan a levantar del asiento
¿Y por qué cree que es?
No sé. Yo desde que empecé a cantar lo hice así, como estoy ahora, con las manos, con el cuerpo, la gente se volvía loca viendo cómo me metía en la canción, tanto si era un bolero o una canción mejicana. Y eso es lo que yo quiero. Muchos grupos, hay mucha gente con mucho valor aquí. Y a los Cabildos, Ayuntamientos… les pido que ayuden más.
Y con respecto a nuestro folclore, ¿ha perdido, con el tiempo, su verdadera identidad canaria?
No, no lo creo. Ha evolucionado y claro que no es lo mismo que cuando yo empecé a cantar y veía a mi madre cantando… es que lloraba, se emocionaba. Y yo eso no lo veo en nadie. Y yo tengo esa escuela, la de mi madre, que nunca salió a un escenario. Ahora hay grupos que están muy bien y cantan muy bien. El folclore como está ahora está bien, pero no es lo mismo de antes.
Y a pesar de sus años, la vemos fuerte y joven. ¿Por qué retirarse?
Eso me dice la gente. Pero no, me retiro porque quiero dedicarme a mi casa, a mis hijas, a mis nietos y a descansar un poco.
¿Le ha faltado algo por hacer?
No, la verdad que no. Nada. Bueno, eso… que no me han dado el Premio de Canarias. Es lo único. Porque pasan los años, y pasan… ¿y qué esperan? ¿Qué me muera para dármelo después?
Y en tantos años seguro que también ha pasado algunos malos momentos?
Hay muchos malos momentos. Mira, cuando fui de Venezuela a Colombia iba con cuarenta de fiebre y tenía que debutar ese día. Salí mala, no podía caminar, me pusieron una inyección porque me dio la gripe y me sentó mal, no podía caminar, me dolía mucho la rodilla. ¿Pero sabes una cosa? Que salí al escenario y se me quitó todo. Hasta la fiebre. Lo que me ha pasado a mí es tremendo. Y también en Uruguay, fui a actuar en la radio pero que era también teatro, se abre el telón y veo unas pancartas con el Roque Nublo y el Teide… ufff, madre mía, y todos vestidos de canario. Es que no podía cantar. Precioso. Se portaron conmigo una maravilla.
“Gracias por nacer canaria” es el nombre que da título a su gira de despedida de los escenarios. ¿Qué tiene de especial este espectáculo?
Desde el primer momento tiene todo de especial porque empiezo con una canción muy bonita, “Mi adiós al Refugio”, donde yo nací, con letra de Chano Sosa y música de mi esposo. Después recordando las canciones de Néstor y el “Tata Mayarí” que no me dejó cantarlo cuando era niña. Y que cuando vine de América recuerdo que por la calle Triana lo veo al fondo que venía y me dice: “¿tú ves? Ahora sí puedes cantar Tata Mayarí y El cuervo”. Néstor tenía eso.
Por ser su última gira ya es diferente a todas sus actuaciones anteriores. ¿Cómo se siente? ¿Hay más nervios al subirse a los escenarios en esta gira?
No, me siento muy feliz porque la gente me aplaude mucho, me quiere. No es que diga yo “qué pena, me voy a retirar”. No, yo digo “aquí estoy y que sea lo que Dios quiera”.
Y ha actuado en todas las islas, incluso en La Graciosa.
He actuado en Lanzarote y también en La Graciosa, con Tenderete cuando Cutillas. Eso es una maravilla, La Graciosa la tengo yo siempre presente y la nombro en mis actuaciones: las Islas Canarias pero con La Graciosa también.
¿Con qué artista ha sido para usted un privilegio cantar?
Con Libertad Lamarque, era una señora maravillosa. Hizo muchas películas, tenía una voz preciosa. Y ella me quería mucho a mí. Tengo fotos con ella y la recuerdo con mucho cariño. Con Miguel Aceves Mejía también actué, aunque su carácter no me gustó nunca, porque era muy “echao pa’lante“. Sin embargo en Méjico me recibieron con muchos aplausos y mucho cariño, tanto es así que fuimos a una fiesta y estaba el trío Los Panchos y muchos artistas conocidos, y el Presidente, que me había preguntado dónde nos hospedábamos, nos llevó para quedarnos en una casa de él, que aquello era un palacio.
En pocas palabras:
Un lugar: Mi Refugio querido
Una comida: Potaje de berros
Un color: Negro
Un libro: No sin mi hija, de Betty Mahmoody
Una frase: Te quiero
Una película: Los diez mandamientos, con Charlton Heston
Un personaje: Santiago García, el Charlot de Las Palmas
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