La deuda de la memoria en Lanzarote
La reciente publicación del libro sobre Antonio Álvarez, dentro de la colección Islas de Memoria de la Fundación César Manrique, nos brinda una valiosa oportunidad para reflexionar sobre la importancia de la memoria colectiva en nuestra sociedad. La historia de Lanzarote está llena de figuras que, aunque hayan trabajado incansablemente por su desarrollo, han sido relegadas al olvido. Antonio Álvarez es un ejemplo claro de esta realidad.
La mayor transformación que ha vivido la isla en su historia, la que le permitió salir de la oscuridad y la pobreza y dar el salto hacia el progreso, se produjo entre la década de los 60 y principios de los 70. Y allí, en ese equipo que lo hizo posible, estaba Antonio Álvarez, junto a César Manrique, José Ramírez Cerdá, Luis Morales y Jesús Soto. De esos “cinco magníficos”, él había sido hasta ahora el más olvidado.
Como Antonio Álvarez, muchos otros personajes han contribuido de manera decisiva al desarrollo de la isla sin buscar protagonismo ni reconocimiento, y sus nombres se han ido desdibujando con el paso del tiempo. Por eso cobra especial importancia el trabajo que está realizando la Fundación César Manrique con la colección Islas de Memoria, para reconocer la contribución de estas personas y para que su historia no se pierda “en el océano del olvido”.
Sin embargo, ese trabajo no se puede quedar ahí. Las instituciones también deben implicarse para reconocer a aquellos que han realizado valiosas aportaciones a la isla. En el caso de Antonio Álvarez, hace unos años se inició un expediente para nombrarlo Hijo Adoptivo de la isla, pero esa iniciativa quedó enterrada en algún cajón. La propuesta era rendirle homenaje junto a Luis Morales, que falleció sin recibir el merecido reconocimiento como Hijo Predilecto de la isla. Hoy, ese acto de justicia con ellos y con la historia sigue sin llegar.
Sus ejemplos, como los de tantos otros, son un recordatorio de que el esfuerzo y la dedicación no siempre reciben el reconocimiento que merecen. Y esta ausencia de memoria nos debería inquietar, porque supone una enorme ingratitud. Es crucial que reconozcamos y celebremos las contribuciones de quienes nos han precedido porque al hacerlo, no solo honramos sus vidas, sino que también aprendemos de sus experiencias y de las lecciones que pueden guiarnos en el presente y el futuro.