Director del Festival Internacional de Cine de Lanzarote
“Nuestra seña de identidad es demostrar que se puede proyectar un cine accesible a todo tipo de espectadores”
24º Festival Internacional de Cine de Lanzarote
Del 16 al 25 de mayo
Varios espacios
Más información: festivaldecinedelanzarote.com
Lo que empezó en 1996 como una Muestra de Cine de Primavera, organizada entonces por el área de Juventud del Cabildo para acercar a la isla películas fuera del circuito comercial, es hoy un consolidado y reconocido festival internacional de cine, que está a punto de cumplir sus “bodas de plata”.
Su camino no ha sido fácil. Tras la sexta edición se paró “por falta de apoyo, porque había crecido mucho y el área de Juventud ya no podía asumir la organización”. Sin embargo, en 2007 regresó bajo la batuta de Ismael Curbelo y de su productora, Fisme Producciones, con el respaldo del área de Cultura del Cabildo y ya con su actual nombre: Festival Internacional de Cine de Lanzarote.
“Yo colaboraba desde el inicio y desde el Cabildo me animaron a retomarlo, buscando un poco más de ayuda. Así fue como lo recuperamos y fuimos creciendo cada año, incorporando nuevas secciones y trabajando para hacer el mejor festival posible”, explica Curbelo.
Ahora está inmerso en la 24º edición, que arrancó el pasado 15 de abril, con proyecciones de 25 cortometrajes para niños y jóvenes en el Teatro Víctor Fernández Gopar “El Salinero”, a las que asistieron 4.000 escolares de distintos centros educativos de la isla. Pero la gran cita para el público adulto será del 20 al 24 de mayo. Durante esos días, los espectadores lanzaroteños podrán disfrutar en la gran pantalla de 59 cortometrajes rodados en los puntos más diversos del planeta.
Redacción Mass Cultura
“Cuando en 2016 me llamaron de los Goya para ser festival calificador, pensaba que era una broma, y este año ha sido igual con los premios Fugaz”
Para esta edición recibieron 2.605 películas de todo el mundo, de las que se han tenido que quedar solo con 59. Da la sensación de que la parte más dura del trabajo ya la han hecho antes de que empiece siquiera el festival, ¿no?
Sí, tienes toda la razón. Seleccionar entre 2.600 es complicadísimo. El año pasado, el corto que entró de suplente, sustituyendo a uno que no llegaba porque tenía problemas con los subtítulos, fue el que ganó después el premio del jurado. Y eso ya ha sucedido dos veces, porque hace al menos diez años también pasó. El nivel es tan alto que este año entran 59, pero podrían entrar 200 o 300, porque en la votación a veces hay decimales nada más de diferencia. Sufrimos un montón porque se quedan muchos trabajos fuera que no se van a ver, pero tenemos los días y las horas que tenemos de proyección y debemos ajustarnos y seleccionar lo que entra por tiempo.
El arte, y en particular el cine, tiene mucho de subjetivo. ¿Cómo es ese proceso de selección? ¿Suelen estar de acuerdo o hay mucho debate?
Hay bastante debate, sí. Nosotros tenemos unas 50 personas y vienen de distintas disciplinas, cada una con sus criterios, porque creemos que eso enriquece mucho la selección. Pero es bastante complicado porque es verdad que es muy subjetivo. Lo que a ti te transmite a otro puede no decirle nada, y también tiene que ver muchísimo con los estadios de la vida en los que puedes estar. A lo mejor de repente tienes la maternidad y estás sumergida en ella, y cualquier cosa que roce ese tema, la sensibilidad la tienes a flor de piel y te transmite. Sin embargo si estás a otros temas y a otras cosas, no te dice nada. Incluso puede depender del día o del momento del día. Porque hay cortos que tienen ahí un mensaje a lo mejor no de una forma clara, sino un poco más subliminal, y si pasas por alto ciertas cosas, igual no te dice nada, porque no tenías el nivel de atención que requería o no estabas lo suficientemente lúcido para acogerlo. Si algo tiene el cortometraje es que es arriesgado. No atiende a rentabilidades, ni a criterios, ni a target, sino que se arriesgan mucho más. Y en ocasiones son tan valientes que no te lo cuentan de la forma más clara y sencilla posible. La forma más justa que encontramos es poner en común las votaciones y sumar, pero yo creo que todos los que alguna vez hemos estado en esa parte, sabemos que a veces es bastante injusto.
¿Cómo ha sido la participación respecto a ediciones anteriores, en cantidad y en calidad?
Yo hace tiempo que no estoy en esa parte porque era imposible, pero por lo que me dicen, la calidad ha sido bastante alta. En los pases que ya hemos hecho en los colegios, en infantil, primaria y secundaria, hubo muchísimos aplausos espontáneos de los niños. Este año esa selección fue bastante aceptada y con muy buena acogida.
Además el cine se ha democratizado. Ya con cualquier medio, con un simple móvil, puedes grabar un corto maravilloso. Entonces recibes muchas historias. Para las personas que tienen esa creatividad, el presupuesto ya no es un freno, y cada vez va habiendo cosas más interesantes. A la par vas viendo también cosas muy trabajadas. Cortometrajes que no envidian para nada a un largometraje, con una calidad bastante importante. Aquí hace tres años ganó un cortometraje y a los dos años vi un largometraje de ese corto, extendiéndose un poco más. O Cerdita, que el año pasado fue una de las candidatas a los Goya, también fue un cortometraje que tuvimos aquí.
¿Hay algún tema o estilo en particular que destaque este año?
A mí particularmente me llamó muchísimo la atención que en Ucrania, con lo que están pasando y el tiempo que hace ya, haya gente que haya podido rodar un cortometraje y enviarlo. Te puedes imaginar lo que están pasando y lo que te transmiten. Porque si algo tiene el cortometraje es el potencial de transmitir los acontecimientos de una forma rápida, directa, viva y real. O desde Sri Lanka y otros sitios de donde nos han llegado que llaman muchísimo la atención, como Indonesia, Malasia… De los cinco continentes. Ya no tenemos por ejemplo el freno de Cuba, que tenía muchísimos problemas para enviarlos; o desde Corea, que también hemos recibido. Te das cuenta de que desde una isla muy pequeñita, en la ultraperiferia, nos llegan trabajos desde fuera y de países muy diversos.
¿Le sigue sorprendiendo la cantidad de cortometrajes internacionales que se reciben -en esta última edición más de 1.000, de 116 países distintos- para un Festival de Cine de una isla como Lanzarote?
Pues sí. Yo he tenido la suerte de viajar al Festival de Berlín, al de Cannes y a varios españoles, y llegas allí y te conocen. Va uno a veces con la modestia, porque trabajamos desde ahí y no pretendemos ser ningún festival grande, pero la acogida te reafirma en esa intención de seguir trabajando; con honestidad y tratando con mucho cariño a esas personas que depositan su confianza en nosotros. Tenemos el sello de calidad de la Asociación del Cortometraje porque tratamos de respetarlos mucho. Comunicamos siempre a los cortometrajistas, a los directores y productores, antes que al resto, cuál es la selección, qué cortos han llegado… Antes de publicarlo en redes o enviarlo a los medios de comunicación, son ellos los primeros que se enteran. Y parece que eso va calando y que cada vez son más los productores que confían en nuestro festival.
Desde 2016, el Festival Internacional de Cine de Lanzarote es calificador para los Premios Goya y este año 2024 se ha convertido también en festival colaborador de los premios del cortometraje español “Premios Fugaz”. ¿Cómo se consigue algo así?
Nos lo ofrecen ellos. Cuando en 2016 me llamaron de los Goya, yo pensaba que era una broma. Creía que sería algún amigo bromeando y yo le decía: “Claro, claro”. Le estaba dando largas, hasta que me dijo: “Bueno, perdona, si no están interesados pues no”. Y yo: “¿Cómo no vamos a estar interesados?” Y este año exactamente lo mismo con los Premios Fugaz. Nos contactaron, luego nos escribieron pidiendo el logo para ponerlo, nos ofrecieron que algún miembro del jurado o varios participara en las votaciones de esos premios Fugaz… Es decir, que nos tenían. Y lo que nos decían es que el festival se ha ganado una reputación y que por eso se han fijado en nosotros. Esto te llena de orgullo, pero sobre todo de muchísima responsabilidad. De seguir trabajando y de seguir trabajando bien. Porque yo creo que lo que vales es lo que vale tu último trabajo. Parece que a veces la trayectoria no cuenta o cuenta poco. En el cine, la última película es la que vale. O el último trabajo o el puesto en el que estuviste. Por eso nos regimos por esa máxima y siempre tratamos de que esta sección sea la mejor.
“Con la oferta que existe hoy en día con las plataformas e Internet, que la gente siga animándose a ir a la sala a disfrutar el cine en comunidad es maravilloso”
Colabora con el festival desde 1996 y lo dirige desde que se retomó en 2007. ¿Cuáles han sido las principales dificultades en este tiempo?
Todos sabemos lo que tenemos en esta isla de peculiar, sobre todo en las ayudas, y eso es una cosa que consume muchísima energía: explicar la necesidad de que exista este festival. En la diversidad está la riqueza de la cultura y defendemos la fuerza que tiene el cine para sensibilizar, para trabajar la percepción, la inteligencia, el juicio crítico… Creemos que es necesario porque un festival cohesiona la sociedad, pero a veces no todas las personas que están ahí y que tienen poder de decisión lo terminan de entender, y eso genera un desgaste.
Gracias a dios la verdad es que hay un grupo bastante activo, de gente que está trabajando en pro de seguir creciendo, y yo con ganas de que llegue esa savia nueva, que está ahí y que sé que está empujando, para que cojan el testigo y uno quedar un poquito más atrás ayudando un poco. Porque yo creo que es bueno que nos vayamos renovado. En estos años han sido muchas las personas que se han incorporado y lo han ido dejando, porque es verdad que el desgaste es bastante alto. Esa lucha para cubrir las necesidades que hay, sobre todo económicas, porque tú lo que quieres es invitar a los directores a que vengan y tratar a todos como se merecen, ser los mejores anfitriones que podemos ser, mostrar nuestra mejor versión y tratar de poner a Lanzarote y a su festival en buen lugar. También que los trabajos se proyecten con la máxima calidad, subtitularlos, que los subtítulos queden bien, que queden sincronizados… Y todo eso requiere un gran esfuerzo.
¿Cómo ha evolucionado el festival desde sus orígenes?
Yo diría que nuestra identidad, nuestra marca, es demostrar que se puede proyectar un cine accesible a todo tipo de espectadores. Nosotros proyectamos desde 3 o 4 años hasta 7, de 8 a 12, de 12 a 18 y luego tenemos los adultos y también los mayores de las residencias, que les invitamos siempre a venir y participan, y tienen la oportunidad de rememorar esos momentos en los que ellos iban al cine y ahora a lo mejor lo tienen más complicado por las circunstancias de cada uno. Entendemos que puede haber un cine para cada espectador, y yo diría que esa es la seña de identidad de nuestro festival.
¿Y la respuesta del público?
Pues ha ido evolucionando, la verdad. Dentro de la gran oferta que existe hoy en día, donde cualquiera tiene acceso a una plataforma, o tienes Internet, o una infinidad de programaciones, que la gente siga animándose a ir a la sala a disfrutar el cine en comunidad, en colectividad, yo creo que es maravilloso. O tratar de acercarlo a los profesionales, con las charlas, con los cursos, con los talleres, con los seminarios… Yo creo que la respuesta es bastante buena, dentro de ese momento que vivimos muchas veces de vernos para dentro, donde las salas cada día tienen más dificultades porque el cine lo quieren ver desde casa solos, cerrado…
Más que porque prefieran verlo en soledad, ¿no cree que es porque es más cómodo o más fácil ver una película en casa?
Sí, sobre todo es eso. La comodidad de esta sociedad que nos va empujando a ir corriendo a todos lados, de ser todos multitarea, de hacer mucho y de dejar muy poco tiempo para nosotros mismos, para esa tranquilidad. Lo que dices: esa dificultad de voy a salir, solo tengo una hora… Hoy ves cómo las plataformas te clasifican películas de 90 minutos, de dos horas… Es decir, ya te están diciendo: “Si lo que tienes es hora y media, ya te hicimos nosotros ese trabajo”. Te sugieren las películas que pueden ir con tu tipo de gustos, haciendo unos algoritmos de lo que has visto. Pero yo creo que de ahí la necesidad de que existan cines y festivales, para que todos los que quieran puedan disfrutarlo en comunidad.
¿Qué diría que ha aportado y sigue aportando este Festival a la cultura de Lanzarote?
Yo creo que los festivales cohesionan a la sociedad. Le dan ese sentido de comunidad, de bienestar, de los valores cívicos, de estar en una sala en silencio, compartiendo emociones… Esa cosa que tiene el cine, que de repente te estás emocionando y tienes que aguantarte un poco, y la lágrima se te salta, o esa risa contagiosa en grupo… Yo creo que eso es muy necesario, y un festival aporta ese plus frente a verlo en casa.
“Un festival cohesiona la sociedad, pero a veces no todas las personas que tienen poder de decisión lo terminan de entender, y eso genera un desgaste”
¿Se plantean nuevos retos para el futuro?
Pues estamos ahí. Curiosamente estamos en la edición 24, pero ya se empieza a oír: “En el 25 tienes que hacer…” Pero yo digo que paso a paso. Vamos a hacer este 24, que estamos trabajando además en varios talleres, porque nos los piden. Nos hemos centrado mucho en talleres profesionales porque estos últimos años ha habido una avalancha de rodajes en el archipiélago y en la isla, tanto de publicidad como de películas, de series… Y para que la isla sea competitiva tiene que haber profesionales, porque si te los tienes que traer de fuera, pagarles desplazamiento y alojamiento, ya no eres tan competitivo. Además así no se reparte. El cine es como una pedrea de la lotería, que cae mucho, porque necesitan muchas profesiones. Por eso nos hemos empeñado en hacer esos cursos, y los creadores nos han dicho: “Nosotros también queremos”. Por eso estamos intentando este año hacer esos cursos de interpretación, de guión… A ver si nos sale, porque queremos que toda esa gente que tiene esas inquietudes, que tenga ahí una ventanita donde poder asomarse y desarrollar esas ganas de crear.


