Ico Mosquera da forma a los nidos
Instalación artística
Las formas de los nidos
Ico Mosquera
Hasta el 12 de julio
El Almacén
Entrada libre y gratuita
“A través de la sencillez, propongo reflexionar sobre qué elementos de nuestra vida son superfluos”
Un nido no se construye con planos. Se teje con lo que se encuentra, con lo que se cruza en el camino: una brizna, un hilo, una astilla, algo que parece inútil y acaba siendo indispensable. Pero un nido es, también, una forma de existir. Ese doble mensaje plantea Ico Mosquera en su última obra, “Las formas de los nidos”, donde el símbolo del refugio se convierte en metáfora de los procesos vitales y creativos.
La mirada que sostiene esta instalación no es nueva en él. En su cabeza lleva tiempo rondando la idea de apostar por la sencillez frente a la complejidad del mundo contemporáneo, pero sobre todo se mantiene fiel a la línea que marca su obra: el arte como una reflexión sobre la realidad y la naturaleza que lo rodea. “Ser honesto con uno mismo es complicado en la producción artística y en la vida en general, pero es la parte central del trabajo. Siempre nos tenemos que estar preguntando por qué hacemos las cosas y si de verdad es lo que queremos hacer”.
Formado en Ilustración en la Escuela de Arte Pancho Lasso, Ico Mosquera comenzó su verdadero aprendizaje mucho después, cuando entendió que más importante que la técnica era comprender cómo funcionan los lenguajes y las dinámicas del arte como oficio. “No supe qué hacer al terminar de estudiar”, confiesa. Fue a través de su pareja, la pintora Marina Speer, y del contacto directo con otros creadores de la isla, como empezó a construir un camino artístico que había dejado aparcado al terminar su formación. “La academia es necesaria siempre, pero entender el trabajo de campo de primera mano es imprescindible”, defiende.
Se inició con el dibujo, pero una de sus maestras le descubrió la técnica que ha marcado buena parte de su obra: el grabado. “Ella tenía una experiencia amplísima en la edición de obra gráfica, sus historias me encandilaban y romanticé un poquito el tema”, confiesa. Así, cuando inició su camino profesional, se inclinó “de forma natural” hacia el grabado, especialmente en relieve, pero abierto siempre a otras disciplinas.
Sus obras han formado parte de diferentes exposiciones, publicaciones, proyectos y colaboraciones dentro y fuera de Lanzarote. De hecho, vive a caballo entre la isla y Madrid. En Lanzarote ha participado en iniciativas como el Festival Órbitas, en 2023 puso en marcha el Festival de Ilustración y Artes Gráficas “Perifest” junto a Marina Speer, en 2024 formó parte del proyecto Regenera Lanzarote y ha colaborado como docente en distintos talleres.
Ahora está inmerso en el IV Encuentro Literario “Verbena”, en el que participa desde distintos frentes. El 3, 4 y 5 de junio impartía un taller de linograbado y el 27 de junio participará en una de las charlas que propone este encuentro, conversando con el escritor Luis Díaz. Pero, sobre todo, exhibe su instalación “Las formas de los nidos”, que podrá visitarse hasta el 12 de julio en El Almacén. “Es pequeña en el espacio, pero encontrarle el significado y el acabado perfecto ha sido complicadísimo y me ha tenido emocionalmente agotado”.
Redacción Mass Cultura
Para alguien que aún no la haya visitado, ¿cómo describiría la instalación artística “Las formas de los nidos”?
En el lado más visual o físico, la instalación es una estancia, una habitación de una casa que podríamos llamar salón-cocina-comedor. Pero luego, en el lado conceptual, las piezas que hay dentro, los muebles, los objetos y los cuadros de las paredes, pretenden crear una conceptualidad más concreta y profunda. Trabajo con esta idea de la sencillez como algo opuesto a la complejidad de las dinámicas contemporáneas, y esas piezas que hay dentro de la estancia pretenden dar fe de ello, a través de las maneras en las que están construidas y acabadas y de los materiales que se usan. Intento buscar la sencillez en cada pasito del proceso. Y una sencillez concreta: no de la simplicidad, sino la sencillez que descarta lo que es cosmético, lo que no es completamente funcional. Las cosas que pueden estar mínimamente en duda de que nos aporten algo o no, intento descartarlas y quedarme con lo que contiene lo que podría llamar la esencia de la vida.
“Hoy nuestro entretenimiento se entiende en la medida en la que le es útil a la publicidad de consumo, y eso me parece bastante malévolo”
¿Y cómo espera que la experiencia de la instalación nos lleve a reflexionar sobre “esa parte de nuestra humanidad que debemos soltar”?
Yo planteo la exposición como un espacio interactivo en el que se pueda estar dentro y reflexionar individualmente sobre este aspecto de la sencillez. Pienso en la sencillez y en la complejidad a escala global, pero la humanidad y nuestras dinámicas se han vuelto tan elevadamente complejas que eso también afecta mucho a nuestra vida cotidiana. La condiciona y la mete también en ese marco de la complejidad. Nuestras relaciones se han vuelto complejas con los demás, pero también con nosotros mismos, y espero que dentro de la estancia y pensando en esos arquetipos y en elementos de la sencillez que propongo, la gente pueda intentar reflexionar sobre qué elementos de sus vidas cotidianas pueden ser superfluos o pueden sobrar, en el sentido de que podemos percibirlos como avances o privilegios, pero también pueden ser fuentes de ruidos mentales e incluso de sufrimiento.
Aclaraba en la inauguración que con eso no solo se refiere a los avances, ¿no? Que también hay cosas heredadas del pasado que pueden ser negativas y convendría soltar…
Sí, por supuesto, porque esta actitud de ‘todo antes era mejor’ me parece demasiado reduccionista. Es muy fácil mirar las cosas a través de las nostalgias y que nos parezcan buenas cosas que realmente no lo eran. Y creo que todos caemos en eso. Yo mismo caigo en eso muchísimas veces, pero hay que analizar las cosas con más frialdad. No podemos negar que ahora tenemos un entendimiento más profundo de nuestra propia humanidad a través de la filosofía, la antropología, de los avances sociales… Hemos mejorado en unas cosas y empeorado en otras y para mí lo importante es identificarlas.
“He construido los objetos con la misma actitud con la que dibujo: buscando lenguajes que tienen más que ver con el juego, la intuición y la espontaneidad”
En su caso, ¿qué cosas considera que son prescindibles y cosméticas? ¿A qué ha renunciado o cree que debería renunciar para desescalar la complejidad?
La verdad es que yo soy el típico que a lo mejor no lo parece a través de un trabajo, pero por ejemplo me absorben mucho las redes sociales, el entretenimiento facilito que nos dan hoy en día, y tengo clarísimo que no me está aportando precisamente cosas buenas. Antes las redes sociales hacían honor puro a su nombre, eran sociales, pero hoy en día son plataformas de entretenimiento, y por tanto también de la publicidad. Al final nuestro entretenimiento se entiende en la medida en la que le es útil a la publicidad de consumo, y eso me parece bastante malévolo.
Volviendo a la instalación en sí, ¿cuál fue el origen de esa idea de crear una casita nido? ¿Qué le inspiró para explorar la forma de nido como espacio habitable?
Yo hasta ahora solo había trabajado con artes plásticas en 2D, con la gráfica, con el cuadro y la imagen. Entonces me ofrecieron la salita de El Almacén, y siempre he pensado que a ese espacio le conviene mucho el formato de la instalación, porque es un lugar un poco complicado para los cuadros en pared. Además, a mí me apetecía mucho explorar formatos más tridimensionales y espaciales, y pensé en partir del trabajo que había hecho y expandirlo. Yo había trabajado mucho en los últimos dos años con figuras de unos seres híbridos entre lo animal y lo humano, y siempre con situaciones muy cotidianas, de la casa, del hogar… Me interesa mucho la cotidianidad, la nostalgia de la familia, de la infancia. Entonces pensé que el objeto que debía generar era la casa de esos muñecos, de esos personajes. De hecho, así podría también calificar el espacio: en vez de una casa de muñecas, sería como una casa de muñecos.
La reflexión que invita a hacer sobre la sociedad actual puede llevar también a conectar esta obra con uno de los principales problemas que tenemos actualmente: la vivienda, la dificultad para acceder a un nido. ¿Pensaba también en ello al preparar esta exposición?
Pensando en la configuración del espacio y en los elementos que iba a contener, sí había mucho detrás para mí de la idea de la precariedad, de las casas en las que el salón, la cocina y el comedor -y en este caso también el taller- tienen que ocupar la misma habitación. Mentiría si te dijera que hay una investigación central de eso, pero sí que es una reflexión para mí importante sobre la precariedad habitacional, sobre los espacios propios y la posibilidad de contar con un espacio suficiente para hacer las cosas y para vivir con plena calidad de vida. La verdad es que me han surgido muchos comentarios y muchas conversaciones también a raíz de la exposición, sobre ‘quiero quedarme a vivir aquí” o ‘cuánto costaría un espacio como este en Lanzarote’.
Se refería antes a la familia, y también lo hizo varias veces al presentar la instalación, al agradecer el “trato familiar” que ha recibido de los organizadores y el apoyo de su propia familia. ¿Qué importancia tiene la idea de familia para usted? Parece algo muy ligado también al concepto del nido, ¿no?
Sí, muchísimo. Supongo que todas las infancias han sido familiares, pero en mi caso lo fue especialmente. Mi familia emigró desde Colombia en el año 2000, cuando yo tenía 3 años, y al principio uno no conoce a nadie, vive muy dentro de la familia porque no tiene redes fuera… Poco a poco empezó a venir más familia, mis tíos, y nuestras redes eran un poco más amplias, pero siempre dentro de lo familiar. Creo que eso tiene mucho que ver con que yo tenga el tema de la familia todo el rato en la mente. Además, tenemos mucha relación y muchos intereses en común que han permitido que ellos puedan participar y ayudarnos con la producción.
La directora de Verbena destacaba al presentarle que su obra aporta un elemento lúdico a la creación artística, que se permite “jugar” y ser “desobediente”. ¿Se siente identificado con esa idea?
Sí, la verdad es que sí. Hay una cosa que me preocupaba haciendo esta instalación: que a lo mejor fuera un poco complaciente en lo visual y en la interactividad que ofrece. Siempre intento huir un poquito de eso porque creo que complacer es muy fácil, porque uno sabe lo que le gusta a la gente y lo que despierta el interés fácil e intento descartarlo, pero a la vez quiero que la gente se sienta bien y que pueda jugar con las cosas que hago. Yo también mientras las construyo juego. He hecho los muebles con trozos de madera de desperdicio y los he hecho juntando palito con palito, intentando ver cuál iba con cuál. Intentando construir los objetos con la misma actitud con la que hago los dibujos. El hecho de no utilizar elementos técnicos para hacer las cosas, buscar unos lenguajes que tienen más que ver con el juego, con la intuición y con la espontaneidad. Y creo que si uno lo hace bien y le dedica la suficiente pasión, al final eso se vuelve más interesante que las cosas que son más fáciles de identificar por ser técnicas, por ser más populares en el imaginario. Para mí es importante intentar hacer algo que pueda decir que soy yo mismo.
De hecho es una exposición que parece que invita a tocarla, y a muchas personas se les iban las manos hacia los objetos en la inauguración. ¿Es algo que le preocupa o que le genera satisfacción?
(Risas) Yo soy el primero que quiero tocarlo todo y eso me parece guay, porque no puedo pretender que uno no quiera percibir las cosas a través de todos los sentidos y tienes que trabajar con eso. Todas las características sensoriales de las obras influyen en cómo se perciben y quiero que la gente pueda vivir con plenitud las cosas que hago. Yo nunca había hecho nada con madera, y eso me interesaba porque no necesitaba una disciplina que dominara bien técnicamente, sino al contrario, pero sí que investigué un poquito cómo hacer construcciones que fueran suficientemente sólidas para que la gente pudiera utilizarlas con seguridad, porque me interesa que haya un diálogo un poquito más profundo en el que la gente no pueda solo ver, sino que también pueda utilizar.
Los animales son una figura recurrente en su obra y vuelven a serlo en esta instalación. ¿Qué es lo que le atrae del mundo animal?
Al principio creo que era un interés visual, pero luego pensando en las relaciones que hay entre lo humano y lo animal, aparecen analogías y metáforas chulas. Por ejemplo los nidos y la forma de construirlos, que me llevaron a proponerme eso como premisa procesual para hacer las cosas. Para mí las figuras de los animales forman parte del paisaje, y aquí en Lanzarote creo que lo tenemos muy en la mente por la cantidad de especies endémicas y autóctonas que tenemos. Y cuando nos dedicamos a conservarla, a protegerla y a observarla, estamos también conservando ese paisaje que es endémico y una cultura que también es endémica. Para mí en este territorio está todo un poquito ligado. Desde pequeño en el colegio se habla muchísimo de eso y creo que a partir de ahí empecé a interesarme por una parte por lo de aquí, pero también por las historias de mis padres en Colombia, en zonas rurales. Por eso siempre me ha atraído mucho visualmente y ahora me ha servido un poco como hilo para intentar introducir ideas, reflexiones y procesos.