Pocos rincones de la isla han sido testigos de tantas manifestaciones de la historia y la cultura de Lanzarote. El antiguo mercado de abastos de Arrecife, llamado en un tiempo “la plaza del Mercado”, y hoy conocido de nuevo como La Recova, ha visto en primera línea la transformación de la isla en los dos últimos siglos.
El lugar donde los campesinos -y sobre todo las campesinas- acudían cargados de frutos y productos de la tierra, que dejó imborrables estampas del tipismo de la época, pero también de sus dificultades, hoy vibra al ritmo de festivales de rock y otros eventos, y se viste de gala para las fiestas, al haberse convertido en el último año en uno de los escenarios de citas como el Carnaval o las fiestas de San Ginés.
El olvido y el abandono que sufrió en las últimas décadas ha dado paso a un resurgir que ahora podría cobrar un nuevo impulso, con el anuncio del Ayuntamiento de Arrecife de recuperar este espacio como un mercado de abastos, pero con una proyección gastronómica y también cultural.
El proyecto ya ha sido adjudicado al Estudio MMT Arquitectos y el encargo es que el diseño se inspire en el madrileño Mercado de San Miguel, que es eminentemente turístico, aunque aseguran que incluirá puestos atendidos por agricultores y pescadores locales.
Además, se creará una zona especializada en vinos de Lanzarote y se habilitarán nuevos puestos gastronómicos, para que el olor y el sabor de la tierra regrese a uno de los rincones más mágicos de la capital, que fue terrero de lucha, “patio” de la escuela infantil, escenario de exposiciones de ganado, calabozo (conocido entonces como “el cuarto de los ratones”) y, sobre todo, epicentro del comercio insular. Un lugar que a finales del siglo pasado quedó herido de muerte y que ahora parece iniciar una nueva vida.
Dos siglos de historia
La Recova de Arrecife se creó a mediados del siglo XIX en los terrenos del viejo almacén y bodega de Jorge Madan. En su libro “Historia menuda de Arrecife”, Antonio Lorenzo contaba que en el año 1859 la construyó “desde los cimientos” Manuel Rafael de Vargas y Mellado, y que el 18 de abril de 1871 se la vendió al Ayuntamiento por 45.000 pesetas.
Tenía dos aljibes tapados de arco y uno tapado de madera, un pesebre, un pozo de agua salada, un “excusado”, muchas lonjas y tres puertas de entrada; dando a las calles de la Academia por el Norte, Marina por el Sur, Liebre por el naciente y de la Salazón por el Poniente. El acceso principal, se encontraba en la calle que después recibió el nombre de Manuel de Miranda.
Las obras fueron realizadas por el arquitecto Manuel de Oraá y Arcocha, que en torno a esa misma plaza levantó poco después una escuela. Desde que abrió sus puertas, las crónicas de la época reflejan cómo el bullicio de los niños se mezclaba con el de un mercado vibrante.
“¡Oiga, aquí tengo las mejores arvejas de la isla!” “Papas, papas de la tierra”. “Señora, mire qué duraznos más buenos”, pregonaban las vendedoras desde sus puestos, a los que llegaban tras un largo camino a pie desde San Bartolomé y otros pueblos agrícolas del interior, con sus ropajes negros y sus sombreras tejidas de palma.
Antonio Lorenzo recordaba en su libro a Serafina y Margarita Fajardo, a Manuela y a Carmen y a María “La Carera”, que quedaron grabadas en la retina de su infancia. “Parecía imposible que, de unas alforjas y un par de cestos, saliese tanta batata, cebollas, ajos, tomillo, cilantro, piñas, fruta, higos picones y perejil”. También al cestero Eulogio Concepción, a sus 90 años, se le ilumina la cara al recordar la primera vez que vio los cestos que habían salido de sus manos llegando a la Recova a lomos de los burros, cargados de mercancía.
Retrato de una época
En La Recova, las voces de aquellas mujeres se mezclaban con el sonido de gallinas, burros y otros animales, y también con las de vecinos y vecinas que pasaban a comprar o solo a participar del ambiente, y por supuesto con las de los niños.
“Los muchachos que esperaban a que Don Mario abriera las antiguas lonjas convertidas en escuela cabalgaban los burros para amarrarlos en el corral donde berreaban los machos y balaban las cabras esperando su sacrificio; y, algunas veces, aquellos chicos recibían como recompensa un cacho de batata o una escalita de uvas, o un membrillo que casi nadie compraba, pero que, remojado en el agua salada de la escalinata del Muelle Chico, sabía a gloria”, rememoraba Lorenzo, que entonces era un niño y después fue presidente del Cabildo de Lanzarote, entre 1979 y 1983.
Uno de los rincones con más historia de la isla, que fue “enterrado” hace cuatro décadas, hoy vibra con fiestas y eventos y ahora podría iniciar una nueva vida como mercado de abastos y gastronomía
La Recova era el principal centro de comercio de la isla, pero también una fuente inagotable de noticias. Lo apuntaba Rafael Ángel Domínguez en un artículo publicado en 1989, en “Recuerdo del Lanzarote que fue”, en el que describía La Recova como una especie de “ágora donde se celebraban pequeñas asambleas y que servía al propio tiempo de periódico de la mañana, con editorial, sucesos, ecos de sociedad, deportes y cartas al director”. Y “desde allí, luego, se expandía por toda la isla, enriquecido con las colaboraciones que aportaban las tertulias mañaneras del Janubio, La Marina y otros cafetines”.
Fue “la vida” de muchos campesinos
El ya desaparecido Domingo Brito fue otro de los rostros habituales de ese mercado. Durante 45 años, se levantaba a las 2 de la madrugada para cargar el burro y llegar caminando hasta Arrecife a vender sus productos. Cuando falleció, José García encontró en su casa 40 fotografías de la Recova, todas enmarcadas, y decidió convertirlas en exposición.
Esa muestra vio la luz hace algo más de una década, en la Sociedad Democracia. A las imágenes de Brito, José García unió también las balanzas antiguas que él mismo coleccionaba, como las que tradicionalmente se utilizaban en este mercado de abastos.
Fue un homenaje a Domingo Brito, para quien La Recova “fue su vida”, y a todos los campesinos y campesinas que acudían caminando y del mismo modo regresaban a casa al terminar la jornada, con las ganancias del día o con los productos que no habían podido vender. Y también un intento de recuperar la historia de la isla, para que no se “terminara de borrar de la memoria colectiva lo que significó este espacio para todos los arrecifeños y conejeros en general”.
Porque la Recova fue mucho más que un punto de venta. Entre otras cosas, también se transformaba en terrero de lucha, cuando el centro de La Recova se cubría de jable para presenciar las agarradas del pollo de Uga, el pollo de Arrecife, “El Curita” de Argana o Fefo “El de Matilde”.
El inicio del declive
Con el despegue turístico que empezó a llegar a Lanzarote en la segunda mitad del siglo XX, la Recova pasó a ser también un atractivo para las personas que visitaban la isla. Una estampa costumbrista que había resistido a la modernidad. Una imagen de un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido, pero también un reflejo de las duras condiciones de vida que soportaba la mayor parte de la población en aquella época.
El periodista Guillermo Topham escribió sobre ello en 1968 en el periódico Antena, aunque con una visión crítica de la evolución de este espacio. En el artículo, comenzaba ensalzando que “la plaza del Mercado” había sido durante mucho tiempo “modelo de limpieza y tipismo hasta el extremo de que su fotografía, con la bella estampa de las campesinas tocadas con sus sombreros de paja y acompañadas de sus asnos, eran visión sumamente extraña y atractiva”. Sin embargo, lamentaba que todo había “cambiado radicalmente”.
“Ahora, las frutas, verduras y otros alimentos se encuentran regados por el suelo, sin orden ni concierto, ofreciendo un desagradable y hasta antihigiénico espectáculo. El otro día sorprendimos la conversación de dos turistas tinerfeños quienes decían: ‘Pero ¿puede esto presentarse como atractivo turístico en algunos folletos de propaganda? En Lanzarote todo nos ha entusiasmado menos la plaza del mercado de la capital, que es un verdadero desastre’”, recogía en su crónica.
El declive de la Recova había comenzado y, lejos de intervenir para mantener su esencia, la administración decidió enterrarla definitivamente dos décadas después. En 1988, el Ayuntamiento de Arrecife anunció la construcción de un nuevo mercado para Arrecife, dentro de “un gran complejo comercial” de 7.000 metros cuadrados, con un gran supermercado y unas 20 tiendas especializadas, zapatería, boutique, perfumería, lugares recreativos y hasta una emisora de radio que retransmitiría información sobre ese centro comercial que iba a levantar Mercasa.
En ese momento, la Recova contaba con 12 puestos fijos, de los cuales 6 estaban ocupados, y con 18 puestos ambulantes. La promesa del Ayuntamiento fue “intentar” recolocar a los comerciantes y campesinos que continuaban vendiendo allí sus productos en el nuevo complejo comercial de la modernidad, que pronto fue eclipsado por otros.
La Recova fue cerrada y parte de su estructura derribada para construir el actual edificio del Ayuntamiento, que solo quería una gran “zona verde” de “esparcimiento” a su alrededor. Ese mismo año, según recogen las crónicas de la época, algunos hombres y mujeres del campo aún siguieron bajando con sus burros a Arrecife para ir, ya de casa en casa, tratando de vender sus productos.
Promesas e intentos de recuperación
Aunque en su día no faltaron las críticas por la destrucción de este espacio, fue ya entrado el siglo XXI cuando la administración pareció empezar a valorar su importancia. Se llevaron a cabo obras de remodelación y se han hecho distintas promesas y anuncios de recuperar y revitalizar el mercado más antiguo de la isla.
En los últimos 15 años se han intentado abrir puestos de venta de artesanía, verduras, souvenirs y servicio de cafetería, y también se ha tratado de devolver la vida a La Recova con la celebración de fiestas y eventos. Sin embargo, esos intentos se fueron intercalando con nuevos periodos de abandono.
En el año 2017, desde la oposición en el Ayuntamiento de Arrecife, Somos Lanzarote denunciaba que “tanto los baños públicos, de los pocos existentes en la ciudad, como la zona de restauración, como la práctica totalidad de las dependencias de este enclave patrimonial” estaban cerradas, e instaba al grupo de gobierno a comenzar “con urgencia” la concesión administrativa para que la Recova Municipal volviera a abrir sus servicios.
Tres años después, en 2020, llegaba un nuevo anuncio: su reapertura como mercado agrícola y de alimentación las mañanas de los sábados. Sin embargo, La Recova nunca llegó a recuperar su esplendor. El verdadero bullicio ha regresado a La Recova de la mano de los eventos festivos. Ya desde hace años viene acogiendo citas culturales y distintos actos, pero la verdadera explosión es más reciente.
Ejemplo de ello fueron las pasadas Navidades, en las que cada tarde este espacio se quedaba pequeño para acoger a la cantidad de gente que se daba cita allí, especialmente de los no tan jóvenes. Además, La Recova reabrió con ventorrillos durante las últimas fiestas de San Ginés y este año también fue uno de los tres “espacios carnavaleros” de Arrecife.
En su día fue terrero de lucha, “patio” de la escuela, escenario de exposiciones de ganado, calabozo y, sobre todo, epicentro del comercio insular
También ha acogido obras de teatro, conciertos y festivales, como el Festival La Recova Rock, el pasado mes de febrero. Una de las bandas que se subieron al escenario fue iMtiMA y su guitarrista, Jonay Armas, destacaba lo “espectacular” que es actuar en ese lugar. “A la hora de trabajar es un poquito incómodo, porque ya sabemos cómo son las calles y los accesos, pero el sitio es increíble. Cualquier cosa ahí peta siempre, porque a la gente le gusta el sitio”.
Serafina, Margarita, Manuela y María “La Carera”, o el propio Eulogio Concepción, que apenas sale ya de Haría, igual ni reconocerían actualmente su Recova. Ya no resuenan las gallinas, ni rebuznan los asnos, ni se escuchan los gritos de “¡papas de la tierra!” o “¡las mejores arvejas de la isla!”. Y buena parte de la construcción, incluyendo la antigua fachada al mar y la estructura porticada en U en torno al patio interior, ya no existe, porque fue derribada. Pero a su manera, a su nueva manera, La Recova vuelve a vibrar, y promete seguir haciéndolo con el anuncio de este nuevo proyecto para recuperar también el mercado de abastos.
El modelo, el Mercado de San Miguel
El proyecto anunciado por el Ayuntamiento de Arrecife para la Recova se inspirará en el Mercado de San Miguel, ubicado en el corazón de Madrid, que en su día fue también un importante mercado de abastos y hoy se define como “uno de los principales mercados gastronómicos del mundo”.
Allí se conserva el edificio histórico, pero los puestos que antaño ofrecían productos del campo hoy sirven cañas y vinos acompañados de jamón ibérico, marisco llegado diariamente desde Galicia, arroces mediterráneos o quesos de Castilla, Asturias y el País Vasco. Según anuncian en su página web, “lo más destacado de la gastronomía española a lo largo de más de 20 puestos que tienen en común su compromiso por el tapeo de calidad”.
En ese modelo se basará la nueva Recova, según adelantó el alcalde, Yonathan de León, al anunciar que ya han encargado del proyecto de remodelación a un estudio de arquitectos especializado en intervenciones en lugares con protección patrimonial. No obstante, aunque explicó que la consigna que les han dado es inspirarse en ese mercado madrileño, introdujo matices que habrá que ver cómo se materializan. Porque San Miguel hace mucho que dejó de ser un mercado de abastos, y el Consistorio asegura que eso es lo que volverá a ser La Recova, con puestos “atendidos por agricultores y pescadores”, aunque complementado con una nueva oferta gastronómica.
La concejala de Turismo y Comercio, Eli Merino, añadió que también se seguirán organizando eventos tradicionales en su interior, que “serán compatibles con el nuevo concepto”. Según el Consistorio, “esta dualidad permitirá que el lugar mantenga su vibrante vida cultural mientras se adapta a las exigencias sanitarias y a las nuevas tendencias del turismo y la gastronomía”, incluyendo una zona especializada en vinos de Lanzarote.