“Nacemos artistas, pero con el tiempo nos sentimos impostores”
Por Isabel Lusarreta
Adriana Sandec es artista porque no lo pudo evitar. Y eso que lo intentó. Hay jóvenes que luchan contracorriente para poder dedicarse al mundo del arte, pero la rebeldía juvenil siguió en su caso el camino opuesto. Hija de artistas, nieta de artesanos, sobrina de actor… Desde que tiene memoria ha estado rodeada de arte y toda su familia la impulsaba a seguir ese camino. Por eso, paradógicamente, para ella romper con lo establecido fue matricularse en la carrera de Derecho.
Sin embargo, la realidad se impuso. Pronto entendió que esa no era su vocación, dejó los estudios y decidió buscar su propia senda, emigrando de su Venezuela natal. Así llegó a Lanzarote, hace ya más de 15 años, y aquí dejó de luchar. “Lanzarote es un espacio que te da tranquilidad, tiempo para interiorizar y buscar cómo materializar tus expresiones y emociones. Quizá también al estar sola y con la nostalgia por lo que dejas atrás, empezaron a aflorar mis orígenes reales y a conectar con ellos. Lo hice de una forma muy natural”, recuerda.
El camino no fue fácil: “Cuando emigras, tu prioridad cambia; ya no es estudiar, sino estabilizarte económicamente”. Tras años de compaginar distintos trabajos con estudios y experimentación en diversas disciplinas, hoy vive del arte. De la fotografía, de la artesanía y de la ilustración, que muchas veces realiza por encargo para libros de fábulas, publicaciones científicas o postales.
“Lanzarote ha sido mi Facultad de Bellas Artes”, afirma. Y siempre con esa mezcla de arte y artesanía que heredó de un pasado que hoy valora con otra mirada: “Son técnicas completamente diferentes, pero me han enseñado que lo más importante es crear: crear de la nada, investigar las materias y las técnicas para desarrollar algo nuevo”.
En su haber cuenta con el primer premio del Certamen Crea Joven de San Bartolomé y el segundo premio del Certamen Arte Emergente de Teguise, ambos en fotografía. Ha participado en más de una decena de exposiciones, incluida una en Madrid, donde presentó su técnica de pintura con café. También ha dejado su huella en Lanzarote: desde el cartel de la última exposición de Los Campesinos “La Voz de la Tierra” en la Casa Amarilla, hasta el bar de El Almacén Pablo Picasso, donde intervino junto a un grupo de artistas en bancos y mesas. De hecho, una de esas ilustraciones conquistó a una turista italiana, que la buscó hasta encontrarla a través de sus redes sociales (@adrianasandec, @sandec_arts y @eltunel_dec) y le encargó intervenir piezas vintage, que viajaron de Italia a Lanzarote y luego de vuelta a Italia, ya con la impronta Sandec.
Adriana Sandec se describe a sí misma como “una persona inquieta”, y quizá no haya mejor definición. Ahora, está volcada en una nueva faceta como formadora. Recientemente, ha concluido un exitoso taller organizado por la Concejalía de Cultura de Arrecife que espera repetir, y ya está inmersa en una nueva edición de otro impulsado por la Concejalía de Artesanía de San Bartolomé, que terminará el 30 de marzo.
¿Qué la llevó a convertirse en formadora de nuevos talentos y qué busca a través de esos talleres?
Llevo ya cuatro años dando talleres de arte y me di cuenta que a los niños les costaba crear desde cero. Descubrí un déficit. Entonces empecé a desarrollar otro tipo de talleres en los que el objetivo principal era crear nuevas estrategias en la enseñanza, para intentar liberar más fácil el mundo imaginario e incrementar la creatividad de cada uno, porque hay muchas personas que se bloquean. Por eso mis talleres están dedicados al proceso creativo individual de cada uno.
“Sea cual sea la disciplina, necesito implicarme muchísimo en el proyecto, porque a mí me mueven tres cosas: implicación, pasión y reto. Eso es lo que me forma como artista”
Hay mucha gente que cree que ellos no valen para esto. ¿Hay que tener habilidades previas para participar en sus talleres? ¿Todo el mundo tiene algo creativo dentro?
La creatividad no solamente está vinculada con el arte, la creatividad es necesaria para todo, porque te permite resolver tus problemas del día a día. Hay mucha gente que llega a los talleres y me dice: “Yo no soy creativa”, “yo nunca he pintado”, “desde pequeña me decían que pintaba mal…” Entonces yo intento hacerles comprender que la creatividad no solo implica hacer un buen trazo con el pincel, sino que es tu forma de procesar información, de percibirla y luego volcarla a lo que quieras hacer. Siempre pienso que todos somos artistas, pero hay muchos bloqueos. Nacemos artistas, pero con el tiempo nos sentimos impostores.Tenemos una especie de canon de lo que es el arte y no consideramos otros aspectos importantes, como la expresión. La expresión es para mí lo más importante, después viene la técnica. Ese vínculo con el arte es el que mis talleres intentan mejorar, porque tenemos un concepto distorsionado de lo bueno y lo malo, de lo que es bonito y lo que es feo. Yo tengo alumnos que nunca han pintado y cuando terminan mis talleres se quedan maravillados de lo capaces que son y de las habilidades que tienen en una disciplina.
¿Y cómo se consigue?
Es saber buscar tu propio camino. Hay gente piensa que no se le da bien la acuarela: “Pues no te frustres, seguramente esa técnica no es la tuya, vamos a empezar con acrílico”. Y si tampoco lo es, vamos a intentarlo con tinta. Y si descubren que la tinta les gusta, se sienten empoderadas y hacen unas obras impresionantes. Por eso digo que todos somos artistas, lo que pasa que no has descubierto tu propio camino y eso es lo que a mí me encanta: enfocarme en ayudar a desarrollar ese proceso.
“He descubierto que la ilustración es mi forma de meditar y de relajarme ante el caos, el ruido y las distracciones. He creado ahí una zona de confort, como un fortín impresionante”
El taller que impartió con el Ayuntamiento de Arrecife, “Pintura de Identidad”, busca que los jóvenes trabajen el autoconcepto, la autoimagen y el pensamiento crítico a través de la pintura. ¿Qué tiene el arte que lo convierte en una herramienta tan poderosa?
Creo que es una ventana magnífica a tu mundo imaginario. Es la que te da la oportunidad de echar color y línea a tus pensamientos, los abstractos. Es una puerta de comunicación importante y más en la preadolescencia, en la que están todavía descubriéndose y comparándose y hay vergüenza y miedo a que la gente se burle de ellos. Entonces es importante abrir un puente para que se sientan libres y soltar todo sin sentirse mal consigo mismos.
También se aborda la gestión de emociones, el autodescubrimiento y la conexión con el entorno. Personalmente, ¿qué le ha aportado a usted el arte en ese sentido?
Creo que el arte me ha aportado mucho descubrimiento e influye en cómo afronto ciertas realidades de mi día a día. Me sucede más con las ilustraciones y el dibujo, porque es lo que más me ayuda a estar conmigo misma. Personalmente es una forma que tengo de meditar, de quedarme tranquila y de volverme completamente hermética por un instante, porque siento que el mundo va cada vez más rápido, hay mucho caos a mi alrededor y la forma que tengo de separarme, de distanciarme de ese caos que no puedo controlar, es a través de esta burbuja.
En sus talleres ha trabajado con distintos grupos de edad, desde niños hasta adultos. ¿Qué diferencias encuentra y qué ha aprendido sobre las diferentes formas en que el arte impacta a cada uno?
Los niños son mucho más espontáneos y más libres. Yo le doy un folio a un niño de 4 años o de 6 años y es que ni mira quién tiene al lado para compararse, solo está expresando. Cuando ya llega la preadolescencia y la juventud, comienzan a verse unos bloqueos artísticos importantes, porque empiezan a compararse y creen que no lo hacen bien y surge la frustración. Y con los adultos se afianza ese bloqueo de “no soy creativo”, “no sé cómo expresarme”; quizás porque viven más rápido y están constantemente con tantas prioridades externas que no tienen un tiempo con ellos mismos. Por eso la mayoría de mis talleres están enfocados en la preadolescencia, para facilitar después ese tránsito a la vida adulta cuando intentan abarcar el mundo del arte. Por lo menos dejo un granito de arena ahí.
Ahora acaba de empezar un nuevo taller con el Ayuntamiento de San Bartolomé, “Encuadernación con Arte”, que va en otra línea…
Sí, este taller es la segunda vez que lo hacemos y tiene una parte familiar muy especial, porque va una mamá con su hija, o un papá con hijo… El objetivo es que los padres y los niños hagan cosas juntos. La idea surgió porque hoy es muy fácil aprender a hacer encuadernaciones viendo vídeos en YouTube o en otras plataformas, pero lo más importante que les repito siempre es buscar tu propia expresión, tu estilo. No es saber encuadernar, es aplicarle un diseño o una identidad a tus encuadernaciones. Yo les enseño técnicas artísticas para ayudarles a crear diseños y portadas interesantes, como grabado, acuarela, acrílico, antotipia…
“Mi próximo reto y mi mayor ilusión es exponer por primera vez en mi país, Venezuela, y que en el día de la inauguración esté mi familia arropándome”
De los numerosos y diversos proyectos en los que se ha embarcado en los últimos años, ¿cuál le ha marcado o le ha aportado más?
El problema es que yo manejo tres disciplinas, fotografía, artesanía y dibujo, y en las tres siento que soy distinta. Mi forma de codificar y descodificar es diferente. La fotografía y la ilustración son las que más me gustan, pero siento que tengo una mirada completamente diferente con cada una. La ilustración o el dibujo es más interno, estoy yo sola, es más introvertido y es lo que me permite expresar tal cual mi mundo. En la fotografía no, porque hay distracciones e intervenciones externas. Entonces me gusta la fotografía porque me pule el lenguaje en cuanto a composición y concepto, es más técnica. Y me gusta la ilustración y el dibujo porque me ayuda a expresar más mis emociones y sentimientos. Cada disciplina me aporta cosas distintas, y también los talleres. Es un poco complicado decir cuál me aporta más, se complementan bien.
Tiene varios amores dentro del arte y no renuncia a ninguno, ¿no?
Exacto. Por ejemplo en fotografía tengo proyectos muy bonitos: uno que está en desarrollo que habla de la inmigración, otro que habla de las mujeres en la calle… Es como que tengo varios hijos y no puedo decidir cuál es mi hijo favorito. Lo que sí necesito es implicarme muchísimo en un proyecto, indistintamente de cuál sea la disciplina, porque a mí me mueven tres cosas. Soy de idea fija, lo que quiere decir que me implico muchísimo sí o sí en un proyecto; necesito sentir pasión para concentrarme en mi trabajo; y necesito retos, porque si no, no me muevo, porque me aburro con facilidad. Estas tres cosas son fundamentales para mí: implicación, pasión y reto. Eso es lo que me forma como artista.
Adriana Sandec, junto a su madre, durante su niñez marcada por el arte
Autoretrato esculpido con el molde del rostro de la artista
Sandec, trabajando en la intervención en el bar de El Almacén
Y además de muchas disciplinas, también has explorado muchas técnicas, como el café…
Sí, me gusta mucho y todavía lo sigo haciendo. Me encanta pintar con café porque al no trabajar con color puedo concentrarme más en lo que quiero proyectar. Me permite enfocarme más en la composición, en la técnica, en lo que quiero expresar. No me distrae tanto. Y luego estoy trabajando con tinta china, he trabajado con acuarela, con acrílico, con pasteles, con carboncillos… La verdad es que he trabajado con todas las técnicas menos el óleo, porque no me atrae.
Antes hablaba de las series fotográficas que está haciendo ahora muy realistas, de la inmigración, o de la que hizo de mujeres en la calle, pero también tuvo una época de irrealidad e ingravidez…
Ese fue mi primer proyecto personal, mi promogénito, y al ser personal es muy psicológico. Creo que tiene mucho que ver con mi estado en esa época. Ese proyecto se expuso y fue el que me marcó. Me di a conocer por esa serie fotográfica que se llamaba “El arte de la levitación”, y el concepto era el de los comportamientos automatizados que tenemos cuando a la vez estamos pensando en otra cosa. Lo que intento con esta fotografía es materializar ese espacio loco que se genera cuando tienes tu cuerpo haciendo algo, pero tu mente está en otro lado. Ese espacio es lo que me lleva a hacer fotografías en estado de ingravidez en situaciones cotidianas, como preparándome un café pero elevada, o tirando la basura… Así pude manejar ese concepto de cómo nos disociamos de lo que estamos haciendo.
Mirando al futuro, ¿qué sueños o proyectos tiene para seguir impactando a través del arte?
Me apetece muchísimo hacer ilustración, porque he descubierto que es mi forma de meditar y de relajarme ante el caos, el ruido y las distracciones. He creado una zona de confort, como un castillo, un fortín ahí impresionante, y a medida que me van llegando más encargos en la ilustración, me siento mucho más cómoda como artista. También me apetece mucho empezar a exponer fuera. Mi próximo reto sería involucrar a mi familia en los próximos proyectos expositivos, porque echo de menos compartir esto con mi sangre. Por eso el próximo proyecto que quiero hacer es en Venezuela. Ya me ha ofrecido un comisario de arte un proyecto de fotografía, pero el que más ilusión me hace es de ilustración, porque estoy trabajando en una serie inspirada en mis sobrinos y en mi familia. Mi ilusión es exponer por primera vez en mi país y que en el día de la inauguración esté mi familia arropándome. Eso es lo que más echo de menos.
Revista Mensual de Ocio y Cultura de Lanzarote — Febrero 2025